«En la Argentina, los dirigentes polí­ticos tienen miras cortas»

«Lamento que no haya debate de ideas y propuestas y que se formen séquitos personales», dice el español Miguel Angel Cortés.

Por Hugo Alconada Mon
Corresponsal en EE. UU.

23 de Mayo de 2007
WASHINGTON.í¢â‚¬â€œ Para Miguel Angel Cortés, el hombre clave del gobierno español para temas de América latina durante los últimos años del Partido Popular (PP) en el poder, la región afronta una encrucijada. O sigue í¢â‚¬Å“un camino que ha llevado a la prosperidad, el desarrollo y la creación de empleos en sociedades abiertas y democráticasí¢â‚¬Â, o retoma el camino í¢â‚¬Å“ya ensayado allí­, que ha conducido al fracaso, con expresión en el populismo, el indigenismo y los neoestatismosí¢â‚¬Â.
Su habitual sonrisa se le borra cuando analiza la situación polí­tica en la Argentina, Venezuela, Cuba y otros paí­ses de América latina. Lamenta, por ejemplo, í¢â‚¬Å“la cortedad de miras de los polí­ticos argentinos y que no haya debate de ideas, de propuestasí¢â‚¬Â.
Advierte también que en las tierras de Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa se vive í¢â‚¬Å“un deterioro institucional aceleradoí¢â‚¬Â. Abogado, con dos hijos, secretario de Estado de Cultura y, después, de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica, Cortés es uno de los expertos de mayor confianza del ex presidente José Marí­a Aznar. Con él coincidió en esta capital, donde ambos dan clases universitarias.
Fue en otra universidad, la de Valladolid, recuerda Cortés, donde la prepotencia y el autoritarismo lo empujaron a la polí­tica. «Fue gracias a Federico Mayor Zaragoza, que entonces era fascista y cerró la universidad en 1974. Yo tení­a 17 años. Ahora él se convirtió en un í‚«progreí‚» y en un defensor de ETA, por lo que sigo oponiéndome a él», dice.
-í‚¿Cómo explica que algunos de los presidentes latinoamericanos que usted menciona sean revalidados por las urnas?
-Bueno están esos ejemplos y hay otros, como los de México, Chile, Colombia y Brasil, donde vemos la dirección contraria. Y no hay que olvidar que en Bolivia estamos en esta situación después de que un gobierno democrático fue derrocado en la calle. De los últimos procesos electorales de Venezuela se puede decir cualquier cosa menos que sean los que desearí­amos para nuestros paí­ses. Allí­ hay un control de los medios y un deterioro institucional acelerado, una falta de independencia del Poder Judicial, debilitamiento de los mecanismos de control… Un sistema que, desde luego, no es el que permite avanzar a los paí­ses que progresan. Tiene razón Fernando Henrique Cardoso cuando habla de las utopí­as regresivas. Escuchar ahora que se quiere enseñar marxismo en las escuelas venezolanas es algo del pleistoceno superior.
-í‚¿Cómo explica que unos paí­ses y otros hayan seguido sendas diferentes?
-Eso ha pasado en muchos otros casos. La Europa del siglo XX ha tenido desarrollos muy asimétricos. Mientras el Reino Unido se preservó como democracia, Alemania, Italia y Francia cayeron de bruces en el nazismo y en el fascismo abyecto. La mitad de Europa cayó bajó la cortina de hierro. En la medida en que los procesos de integración son muy débiles, es lógico que cada paí­s siga un proceso individual, con ámbitos de decisión nacionales. Pero en un mundo globalizado América latina tendrí­a grandes ventajas competitivas si tomara conciencia de sus posibilidades y se diera cuenta de que para tener peso en la comunidad internacional le irí­a mejor con un proceso de integración. Pero estamos viendo que el Mercosur no va hacia adelante y que la Comunidad Andina poco menos que ha saltado por los aires.
-í‚¿Cómo ve el Mercosur?
-Como una oportunidad permanentemente perdida, comparado con la Unión Europea, que tiene 27 paí­ses y en la que se hablan 25 lenguas, donde hay sistemas tan distintos como el anglosajón y el continental, donde hay protestantes y católicos y donde se comparten, sin embargo, tantas decisiones. Cuando me dicen que hay cuestiones que tornan insalvable la unión aduanera entre la Argentina y Uruguay pues se hace muy cuesta arriba comprenderlo. Y que en el Mercosur no haya ni unidad arancelaria resulta complicado de creer. No se me ocurre ninguna dificultad en América latina que no tenga su origen en el fracaso polí­tico. Y lo dice alguien que viene de un paí­s donde entre 1808 y 1975 cometimos toda suerte de errores: cuatro guerras civiles, dictaduras cortas y largas, monarquí­as y repúblicas, así­ que no se me ocurre que España sea el modelo de nada. Pero desde 1975 y, al menos, hasta 2004 hemos hecho las cosas bien y no hay ninguna razón para que eso no pase en América latina. Pero hay que tomar la buena dirección, y mucho me temo que los poderes extraordinarios que se conceden a los gobiernos, la eliminación o reducción de la independencia del Poder Judicial y el recorte de la libertad de expresión y la pluralidad de los medios sea avanzar en la mala dirección.
-Dentro del Mercosur se debatió qué hacer con Venezuela: í‚¿dejar a Chávez fuera del club o incluirlo para mantenerlo a raya?
-Hay otra hipótesis peor todaví­a: hay quienes piensan que lo incluyeron porque ése es el modelo que gusta. Chávez es un personaje no homologable y su régimen venezolano es inaceptable. Sólo el racismo de algunos izquierdistas europeos y americanos los lleva a ver con simpatí­a, en Venezuela, lo que considerarí­an inadmisible en sus propios paí­ses. Lo mismo ocurre con Evo Morales: en el fondo, piensan que para los bolivianos está bien. í‚¿Pero desde cuándo un danés, un sueco o un español aceptarí­a que alguien, en vez de asumir su investidura en el Parlamento, siguiera unos ritos falsos en una montaña y dijera que su legitimidad no le viene de las urnas, sino de no sé qué otras historias? Eso serí­a tan intolerable como si alguien dijese que su poder le viene de un obispo o de un imán…
-í‚¿Cómo evalúa a Kirchner?
-Si hay un paí­s que tiene una tradición democrática, liberal y constitucional acreditada es la Argentina. También es verdad que es la patria del peronismo, pero es un paí­s con una tradición institucional e intelectual muy acreditada. Pero algunas cosas que están ocurriendo desví­an al paí­s de esa tradición. Los poderes extraordinarios del Ejecutivo, que el Parlamento haya perdido la última palabra en las previsiones presupuestarias, la pérdida de la independencia de los jueces, algunas limitaciones al pluralismo informativo no parece que sean los pasos en la buena dirección.
-í‚¿Cuál serí­a, en su criterio, la solución para los problemas argentinos?
-La solución a las dificultades argentinas está en la polí­tica. No hay ninguna razón para que en la Argentina no haya una alternativa democrática al gobierno, más que la cortedad de miras de los polí­ticos. Lamento que no haya debate de ideas y de propuestas. En lugar de eso, se forman séquitos personales.
-Se prefiere un salvador
-Sí­, pero un salvador que reincide en los errores que ya llevaron por el mal camino. Los paí­ses no necesitan salvadores: necesitan instituciones.
-Desde esa perspectiva, í‚¿las inversiones españolas en la región y en la Argentina fueron una apuesta de riesgo, a largo plazo?
-Fueron una demostración de confianza en la Argentina y en América latina. No es que las inversiones españoles se hicieron sólo porque nuestros ejecutivos no sabí­an hablar otro idioma. Ellos hicieron cálculos y pensaron que era una buena oportunidad, y creo que, globalmente, no se equivocaron, aunque el devenir de la seguridad jurí­dica haya hecho que esa tendencia de inversiones no haya continuado y que los empresarios españoles den prioridad hoy a otros sitios. Pero fue una buena decisión, y lo sigue siendo.
-í‚¿España se metió en camisa de once varas al tratar de mediar entre la Argentina y Uruguay?
-España es, sobre todo, un paí­s amigo, y si le piden que medie, lo hace. El rey es una figura común a todos los latinoamericanos. Creo que en todo lo que España pueda ayudar lo debe hacer, porque ésta es una situación altamente indeseable, con un conflicto entre dos paí­ses tan próximos. No veo ninguna razón para cortar un puente internacional entre la Argentina y Uruguay, que han sido desde siempre dos paí­ses vecinos, amigos y socios, o para que haya diferencias arancelarias entre la Argentina y Chile. Creo que, en esos casos, falla la voluntad polí­tica.
-í‚¿Hay algo que le fastidie en particular del gobierno de José Luis Rodrí­guez Zapatero?
-Que haya roto el acuerdo que tení­amos los españoles de mirar para adelante y dejar la historia para los historiadores. Ese es un error que pagará el paí­s. Muestra una cortedad de miras y un sectarismo que no tuvo Felipe González. Rodrí­guez Zapatero es más joven que yo y no entiendo demasiado por qué lo ha hecho. Su familia, como tantas otras, tuvo miembros en ambos bandos de la guerra civil y él vivió una vida bastante cómoda durante la dictadura franquista. Su padre fue letrado del Ayuntamiento de León, por lo que tampoco era un revolucionario peligroso
-í‚¿Por qué no se puede mirar hacia adelante y también aplicar justicia respecto de los crí­menes cometidos?
-Lo que nos funcionó bien a los españoles fue que en 1975 decidimos abrazar una idea defendida en primer término por el Partido Comunista: mirar hacia adelante. Eso ahora se ha quebrado, como se han quebrado el acuerdo en polí­tica exterior, que se habí­a mantenido desde la transición, y el acuerdo constitucional o antiterrorista. Eso es lo más grave: haber roto los grandes acuerdos, al margen de que éste no sea un gobierno que pasará a la historia por su brillantez. Pero hay algunas decisiones que dejarán huellas más duraderas.
-Ya habló de la Argentina, de Venezuela, Bolivia y España. Queda Cuba. í‚¿Qué cree que ocurrirá allí­?
-La respuesta debe ser muy sencilla y cualquier otra me parece profundamente inmoral y racista. Para Cuba quiero lo mismo que para mí­: una democracia, una economí­a que funcione, un paí­s abierto, elecciones libres, un sistema de partidos pluralista. Cuba no puede ser una excepción. Cualquier comprensión de la «excepción cubana» es inmoral. Hay que mantener una reivindicación de los principios, ayudar a los demócratas cubanos y mantener la denuncia del régimen.