La reforma apunta a mejorar un sistema de partidos gravemente herido

Por Nicolás Cereijo[1]

PASOLa reforma electoral formulada por el poder ejecutivo y con el consenso de diversas fuerzas polí­ticas, intelectuales y organizaciones de la sociedad civil se propone un conjunto de mejoras, entre ellas, consolidar el sistema de partidos actualmente fragmentado, con la idea de prevalecer la figura del partido por encima de la persona. La situación no es fácil y lleva a igual a controversias de algunos sectores disidentes. Aquí­ me propongo analizar los puntos fuertes y aquello que aún queda por tratar.

Según la Cámara Nacional Electoral, en el 2016 hay 42 partidos polí­ticos de orden nacional y 641 de orden distrital. Como ya sostuve anteriormente, “que quede claro que aumentar indiscriminadamente la cantidad de partidos polí­ticos no hace a un sistema más democrático sino más fragmentado y con una débil capacidad de representación. La clave pasa por consolidar la vida interna, construyendo instituciones que den vitalidad. Mejora la calidad por encima de la cantidad.”

Una de las medidas acorde con el objetivo planteado es el ordenamiento de las PASO. Que el ciudadano tenga la obligación de participar en una sola interna es un incentivo importante para fortalecer la figura partidaria. Pero,  ¿cuáles son las crí­ticas que recibe?

En primer lugar están los partidos polí­ticos con histórica mejor recepción de votos en elecciones legislativas que ejecutivas. Se quejan de que, al no tener un candidato presidencial con fuerza de arrastre, inevitablemente bajará su cantidad de votos. Si bien es probable este escenario, también es cierto que el ordenamiento de las PASO obligará a los partidos a elaborar estrategias de campaí±a acordes a un marco integral. Creo que, bien recepcionado, puede ser un puntapié de reorganización que llevará a la competencia a los partidos que demuestren representar efectivamente un conjunto de intereses y así­ ser verdaderamente competitivos.

En un similar sentido, la segunda crí­tica sostiene que aquellos partidos que no lleven candidatos a presidente tendrí­an que poner este espacio en blanco y esto desalentarí­a el voto. Pues bien, una solución viable en este caso es separar comicios nacionales de los provinciales. Así­, en este último sí­ se pude hacer en conjunto con los comicios municipales. De esta manera, no solo que los partidos polí­ticos de orden provincial pueden fortalecer sus posiciones regionales sino que también los ciudadanos pueden separar efectivamente ambas realidades y votar acorde a cada una de ellas. Aquí­ es clave que se logre un acuerdo polí­tico tal que se obligue al gobernador fijar una fecha calendario con suficiente antelación y no a su gusto, lo que pueda generar inequidad. La fecha podrí­a estar establecida, como sucede a nivel nacional, mediante una ley o presente en la Constitución provincial si es posible.

De manera paralela, no hay que olvidarse que en los últimos aí±os vivimos con frecuencia un escenario de construcción de coaliciones electorales. Para ello, la propuesta de PASO puede llegar a ser una interesante contribución a la conformación de alianzas con un peso equilibrado de sus respectivos miembros. Por eso también considero un acierto que el candidato electo a presidente pueda elegir a su compaí±ero de fórmula. Sin duda es un guií±o coalicionero.

Por otra parte, hay un elemento, que va de la mano con el actual borrador de la segunda parte de la reforma que gira en torno al financiamiento. Si se logra transparentar los fondos que reciben los partidos, mantener el espacio público gratuito y establecer un conjunto de normas que castiguen seriamente a aquellas fuerzas que infringen (con medidas ejemplares como la quita de la personerí­a jurí­dica), estoy seguro que la competencia electoral se acercará a un escenario de igualdad genuina.

Para cerrar, celebro que el espí­ritu de la reforma sea el de ordenar un sistema de partidos que estalló en el 2001 y poco se hizo luego hasta la reforma del 2009, aunque ésta no pudo cumplir, en este aspecto, con su cometido. Hay un serio intento de sanar a un sistema de partidos herido de gravedad. En ese sentido, ojalá se pueda consolidar a los partidos polí­ticos mediante la centralización de las diversas propuestas internas, despojándose paulatinamente de la mala y caprichosa costumbre de crear fuerzas producto de la derrota.

[1] Director de Argentina Elections. Licenciado en Ciencia Polí­tica (UBA) y cursando la Maestrí­a en Ciencia Polí­tica y Sociologí­a (FLACSO). Investigador en el Grupo Coaliciones Electorales perteneciente a la Carrera de Ciencia Polí­tica de la UBA.

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