Una congresista del Frente por la Victoria comparte en La Nación sus perspectivas sobre la posibilidad de implementar el voto electrónico en Argentina.
La reforma y el voto en la democracia
Marta Velarde
Para La Nación
13 de marzo del 2008
Bien se ha dicho que 2001 significa un punto de inflexión en la política argentina. Un antes y un después de aquel mentado í¢â‚¬Å“que se vayan todosí¢â‚¬Â. Desde entonces, la famosa, pero nunca alcanzada reforma política se ha transformado en uno de los temas más abordados mediática y políticamente. En el último año electoral, fuimos testigos de casos de apatía cívica, demoras en el escrutinio, denuncias de fraude, desaparición de boletas y clientelismo político.
Es conocido el arraigo que tienen las prácticas clientelares en nuestro país, experiencias que revelan su peor cara cuanto mayor es la marginación y la pobreza en las que viven los ciudadanos. Esta tendencia tiene el correlato de ómnibus repletos de gente llevada a votar con la boleta en los bolsillos y psicológicamente condicionada a elegir aquello que le indican.
Si bien todas estas situaciones deben ser atacadas desde varios frentes, no sería errado empezar por lo más sencillo, a la luz de la experiencia de nuestras naciones vecinas. No hace falta ser un país desarrollado para instrumentar el voto electrónico, y se ha comprobado que es un gran primer paso para resolver diversas situaciones anómalas en las contiendas electorales.
Según el Programa Voto Electrónico de la provincia de Buenos Aires, votar electrónicamente significa emitir el voto a través de computadoras y asegurar el recuento automatizado del voto. Con la expresión í¢â‚¬Å“voto electrónicoí¢â‚¬Â pueden indicarse distintas maneras de utilizar la tecnología en una contienda electoral. En este sentido, existen dos grandes métodos:
í¢â‚¬â€œSistema de votación presencial: terminales que se encuentran en un centro de sufragio común (la urna electrónica y las pantallas táctiles).
í¢â‚¬â€œSistema de votación remota: el votante no necesita ir al centro de votación. Puede votar por SMS, TV digital o Internet, aunque esta última tiene varios puntos desfavorables.
La primera votación remota de América latina se hizo en nuestro país, en diciembre de 2005, en Mendoza, lo que no hace más que confirmar nuestra capacidad técnica para hacer operativo el sistema que consideremos más adecuado a nuestra realidad y necesidades.
El sistema de votación presencial es el más conveniente para nuestro sistema político. Asegura la accesibilidad a un sistema electrónico de voto en un espacio público destinado a ello. La libertad del voto es más tangible, ya que se reduce la posibilidad de coacción. La identidad del votante es realmente comprobable y la seguridad del sistema puede verse menos afectada. El voto electrónico se presenta así como una opción, cuyas bondades reconocidas son: mayor economía en recursos materiales, pero también en recursos humanos; transparencia, porque se hace casi imposible asociar el voto emitido con el votante emisor; seguridad, porque el sistema sólo funciona el día de las elecciones; agilidad, porque votar así es más rápido y también más fácil, y velocidad en el recuento de votos.
Para instituir alguno de estos sistemas en el país se requieren las siguientes medidas: nueva legislación y adecuación de las normas existentes, capacitación para las autoridades de mesa y fiscales, campañas masivas de comunicación, gradualidad en la instrumentación, adecuación de la infraestructura y, sobre todo, consenso entre las fuerzas políticas, para ratificar la validez del sistema.
Sin duda y como cualquier paso que signifique un cambio de sistema, la adopción del voto electrónico tiene puntos complejos, pero debemos coincidir en la tesis de que resulta un buen punto de partida para mejorar la calidad de nuestra democracia y para encauzar finalmente la tan mentada reforma política.
La autora es doctora en Derecho y Ciencias Sociales y diputada nacional (Frente para la Victoria).