Crónica de una reforma anunciada

Por Juan Pablo Ruiz Nicolini

El lanzamiento de Tucumán Dialoga, como mesa preparatoria para un proceso de reforma polí­tica creo que es auspicioso y necesario. Me gustarí­a en estas lí­neas asentar algunas consideraciones puntuales sobre los procesos de reforma:

Como adelantó Marcelo Leiras, en el contexto del lanzamiento de Tucumán Dialoga, í¢â‚¬Å“en todo proceso de reforma no hay soluciones mágicas, hay diferencias de opinión. Las medidas que se adopten pueden tener perjudicados o beneficiados en el corto plazo. Lo importante es que todo el mundo sepa que, en el mediano plazo, con estas reglas se puede competirí¢â‚¬Â. Tienen ganadores y perdedores; no son neutrales; distribuyen institucionalmente el poder polí­tico. Pero dan previsibilidad; reglas conocidas y compartidas para competir.

Es útil pensar estas iniciativas a la luz de lo que parte de la literatura politológica llama Gobernanza Electoral (GE). Marcelo Escolar entiende esto como el conjunto de polí­ticas públicas que í¢â‚¬Å“se ocupan de diseñar, gestionar, administrar y certificar el proceso mediante el cual se accede al poder en contextos polí­ticos democráticosí¢â‚¬Â.

El objetivo de la GE es encontrar modos de minimizar los problemas que afectan potencialmente su falta de legitimidad : el error sistémico, la manipulación polí­tica y el fraude. Como la imagen espejada de un sentido común que pone el énfasis sobre la confianza, se trata acáíŒÂ de la administración de la desconfianza (de los actores hacia el proceso electoral) y de la incertidumbre (falta de sesgos) en los resultados.

Qué y cómo es lo que hay que reformar son interrogantes principales de la discusión. Leiras dio también algunas pistas que van en lí­nea con lo hasta acá descripto: identificar temas centrales (reducir la fragmentación electoral í¢â‚¬â€œ la cantidad de partidos que compiten- y la desproporción í¢â‚¬â€œ la traducción de votos que en las bancas de la legislatura) y llevar adelante un debate amplio y participativo cuyo norte deberí­a ser dotar de legitimidad al sistema.

Algunas enseñanzas de lo que está experimentando Tucumán pueden tomarse del proyecto de reforma polí­tica que se dio a nivel nacional a partir del año 2009 y que derivó en la Ley N킺26.571 de Democratización de la Representación Polí­tica, la Transparencia y la Equidad Electoral. Su objetivo era proponer, como señaló Juan Manuel Abal Medina, í¢â‚¬Å“un esquema de reformas que en conjunto propenden a tener mejores partidos y ordenar y consolidar un sistema partidario consistente y estructurado tras su eclosión en 2001í¢â‚¬Â.

Dicha ley incluyó una multiplicidad de aspectos, entre los que se destacaron el mecanismo de selección de candidaturas el financiamiento público de las propaganda audiovisual; requisitos más estrictos para el mantenimiento de la personerí­a jurí­dica de los partidos, etc. Si bien hubo cambios en el diseño de las boletas, no se avanzó con alguna variante de í¢â‚¬Å“boleta únicaí¢â‚¬Â o í¢â‚¬Å“voto electrónicoí¢â‚¬Â, el centro de las inquietudes para muchos sectores a partir de las últimas elecciones.

Aunque entiendo que este es un debate relevante, lo considero de segundo orden; posterior. De poco sirve un nuevo instrumento si el sistema de partidos continúa fragmentado y desordenado. Los acoples (colectoras) y la engorrosa oferta electoral que este promueve son el nudo del problema. Hay que tener en cuenta qué problemas se buscan resolver y evaluar los potenciales inconvenientes que cada diseño puede conllevar. Una mirada atenta a experiencias como las de Córdoba, Salta y Santa Fe pueden servir para ello.

Tucumán Dialoga brinda la posibilidad de avanzar en estos aspectos y aportar a la construcción de un sistema polí­tico más sólido y ordenado, en el que todos los actores acuerden las reglas de la competencia y en el que los partidos polí­ticos, como corazón del sistema democrático, recuperen relevancia.

Los partidos son un elemento central para quienes deben decidir su voto en base a determinadas preferencias, sobre todo cuando se trata de sistemas multipartidistas, dado que se requiere mayor capacidad de procesamiento de información por parte de los electores para optar entre diferentes alternativas.

Y también son un instrumento fundamental para la coordinación de la actividad de los individuos en tanto actores polí­ticos. La multiplicación de í¢â‚¬Å“sellos de gomaí¢â‚¬Â, como estrategia de resolución de las diferencias internas dentro de los partidos, termina deslegitimando al sistema en su conjunto.

Por ello, generar mecanismos para fortalecer estas estructuras deberí­a redundar en un sistema más previsible y eficiente. Y ello deberí­a propender, en última instancia, a legitimar las instituciones que regulan el poder polí­tico de cara a la ciudadaní­a.

Publicado originalmente en La Gaceta (Tucumán).

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