Breve historia del ballotage en Argentina

descargaLos argentinos estamos, quizás, en las ví­speras de la aplicación de este sistema, por primera vez, en una elección presidencial. Ahora bien, ¿de dónde salió el ballotage?

La República Argentina tení­a una larga tradición de elección de sus primeros mandatarios en forma indirecta. En efecto, nuestros primeros órganos legislativos fueron los encargados de elegir qué ciudadanos estarí­an al frente del Poder Ejecutivo del Estado Nacional. Así­, a la Soberana Asamblea General Constituyente del Aí±o XIII (1813-1815) y al Soberano Congreso General Constituyente de Tucumán (1816-1820) les cupo designar a los Directores Supremos de las Provincias Unidas del Rí­o de la Plata (predecesores de los actuales Presidentes). Los Directores Supremos se elegí­an por simple pluralidad de sufragios de los diputados presentes en ambos órganos. Así­, la Asamblea del Aí±o XIII designó a Antonio Gervasio de Posadas (el primer mandatario argentino) y a Carlos Marí­a de Alvear. A su vez, el Congreso de Tucumán eligió a: Juan Martí­n de Pueyrredón y a José Casimiro Rondeau. En todos los casos, estas elecciones tuvieron lugar por abrumadora mayorí­a.

Con posterioridad, el 6 de Febrero 1826, y en el marco del estallido de la guerra con el Imperio del Brasil, el Congreso General de la República Argentina se vio obligado a sancionar una Ley de Presidencia, a fin de concentrar el poder. El ciudadano que al dí­a siguiente reunió el consenso de una amplia mayorí­a del Congreso –aunque no de todas las provincias- para dirigir los destinos de la flamante República en guerra fue don Bernardino Rivadavia. Así­ llegó a ser nuestro Primer Presidente, elegido por 35 contra 3 voluntades, continuando con la tradición de ser electo mediante el voto del cuerpo legislativo.

Esta costumbre también se trasladó a las provincias, donde los gobernadores eran elegidos por las respectivas legislaturas provinciales hasta mediados del siglo XIX.

La Constitución de 1853 introdujo una novedad: la implantación del Colegio Electoral para las elecciones presidenciales. Se trataba de un mecanismo importado de la Constitución de Estados Unidos, que en este punto y en otros más habí­a servido de guí­a y referencia para la nuestra. El pueblo seguí­a sin elegir directamente a sus presidentes; y debí­a optar por «electores», quienes conformaban el Colegio Electoral que elegirí­a al primer mandatario. En esa época no se confiaba en el voto popular para elegir directamente al Presidente.

Este mecanismo significó quitarles poder a los órganos legislativos que perdieron la atribución de elegir a los magistrados. En el único caso en el cual las asambleas legislativas procedí­an a elegir era cuando los candidatos no obtení­an las mayorí­as calificadas constitucionalmente requeridas en el Colegio Electoral. Siguiendo esa tendencia, muchas provincias modificaron sus constituciones, e introdujeron la elección indirecta de sus gobernadores, mediante la introducción de Colegios Electorales, a semejanza de la Constitución Nacional.

Así­, todos los presidentes que se sucedieron desde entonces, de Justo José de Urquiza, en 1854, a Juan Domingo Perón, en 1946, fueron electos en Colegios Electorales.

Hacia 1949 tuvo lugar una reforma constitucional impulsada por el primer gobierno peronista, que introdujo algunas novedades: la elección popular directa del Presidente, por simple pluralidad de sufragios, con reelección indefinida. De un plumazo se eliminó el Colegio Electoral. Las elecciones presidenciales de 1952 estrenaron el nuevo mecanismo; y dieron como resultado un contundente triunfo de Juan Domingo Perón que, de este modo, inauguraba su segunda Presidencia.

Juan Domingo Perón, electo presidente una primera vez mediante Colegio Electoral, obtuvo su segundo mandato por elección directa

Ahora bien, ¿qué habí­a ocurrido entretanto en el mundo? Hacia 1852, el flamante emperador de los franceses, Napoleón III (sobrino de Bonaparte), estableció un novedoso mecanismo electoral denominado «ballottage« o sistema de doble vuelta electoral. Consistí­a en exigir a quienes aspiraban a ejercer un cargo electivo, que accedieran con la mayorí­a absoluta de los votos válidos emitidos. De no darse tal circunstancia, debí­a realizarse una nueva elección complementaria, al poco tiempo, limitada a los dos candidatos más votados en la primera vuelta.

Este sistema, originario del II Imperio Francés, fue luego tomado por las sucesivas repúblicas francesas. Es el actualmente vigente en la Vª República Francesa, en virtud de la constitución del 5 de Octubre de 1958, para elegir, entre otros cargos, el de Presidente de la República. Este sistema se ha transformado en una institución fundamental del derecho constitucional y electoral francés hasta el dí­a de hoy. El «ballottage» francés tuvo tan buena repercusión, que se difundió rápidamente, primero por Europa, y posteriormente por el resto del mundo. Hoy, la mayorí­a de los paí­ses lo utiliza para definir elecciones directas, cuando ninguno de los postulantes obtiene la mayorí­a absoluta de los sufragios en la primera vuelta electoral.

En 1972, el presidente de facto, general Alejandro Agustí­n Lanusse, mediante decreto-ley Nº 19.802, enmendó la Constitución de 1853: restableció la elección directa para presidente y vicepresidente, que habí­a impuesto efí­meramente la derogada Constitución «peronista» de 1949, introdujo la elección de un tercer senador nacional para la minorí­a en cada provincia y, finalmente, para la elección de presidente, gobernadores y senadores nacionales, estableció un régimen de doble vuelta electoral.

Así­ arribaba el «ballottage» francés a nuestras costas, por primera vez. Sin embargo, este ballotage criollo tení­a algunas particularidades: exigí­a el 51 % de votos válidos para ganar la elección presidencial, senatorial o una gobernación. Caso contrario, se llamaba a una segunda vuelta electoral, de la podí­an participar todas las listas que hubieran obtenido más del 15 % en la primera ronda. La finalidad no declarada era que se formara un frente antiperonista que evitara el retorno de Perón al poder.

Este régimen electoral se estrenó en las elecciones del 11 de Marzo de 1973. Participaron, entre otras, estas fórmulas presidenciales: el Frente Justicialista de Liberación –FREJULI- (Héctor J. Cámpora – Vicente Solano Lima); la Unión Cí­vica Radical –UCR- (Ricardo Balbí­n – Eduardo Gamond) y la Alianza Popular Federalista –APF- (Francisco Manrique – Rafael Martí­nez Raymonda). En la primera vuelta electoral, el FREJULI obtuvo el 49,56 % de los votos; la UCR, el 21,29 %; y APF, el 14,90 %. Formalmente, hubiera correspondido una segunda vuelta entre el FREJULI y la UCR (APF quedaba afuera al no haber alcanzado el 15 % de los sufragios). Sin embargo, Ricardo Balbí­n desistió de ir al ballotage, ante la abrumadora mayorí­a de sufragios obtenida por Héctor Cámpora, por lo que éste se convirtió, automáticamente, en el nuevo presidente electo. Sin embargo, el ballotage sí­ se utilizó, en esa oportunidad, para definir mayorí­as y minorí­as en diversas elecciones para el Senado Nacional en 14 distritos y para elegir a 12 gobernadores.

Ante la crisis polí­tica de la segunda mitad de 1973, desencadenada a raí­z de la renuncia de Cámpora, se volvió a llamar a elecciones presidenciales. El ballotage argentino tení­a una nueva oportunidad. En estos comicios, que tuvieron lugar el 23 de Septiembre de 1973, se volvieron a presentar las mismas listas pero con algunos cambios en su composición: el Frente Justicialista de Liberación (Juan Domingo Perón – Marí­a Estela Martí­nez de Perón); la Unión Cí­vica Radical (Ricardo Balbí­n – Fernando de la Rúa) y la Alianza Popular Federalista (Francisco Manrique – Rafael Martí­nez Raymonda). Los resultados fueron: FREJULI: 61,85 %; UCR: 24,42 %; y APF 12,19 %. En este turno electoral, la fórmula ganadora habí­a superado ampliamente la mayorí­a absoluta de los sufragios y no hizo falta una segunda vuelta. El ballotage criollo seguí­a sin estrenarse en las presidenciales.

Con el retorno a la vida democrática, a partir de 1983, se volvió a implantar el sistema electoral consagrado en la vieja Constitución de 1853. Era el renacer del legendario Colegio Electoral argentino. Así­, las elecciones que consagraron a Raúl Ricardo Alfonsí­n (1983) y a Carlos Saúl Menem (1989) se realizaron con el sistema indirecto, sin ballotage.

En 1994, Pacto de Olivos mediante, tuvo lugar la última reforma constitucional a nuestra Carta Magna. En ella se eliminó el Colegio Electoral y el sistema indirecto de elección de presidente, vice y senadores nacionales. Se implantó, en forma definitiva, el mecanismo electoral directo para todos los cargos ejecutivos y legislativos; y se le otorgó rango constitucional al sistema de doble vuelta electoral o «ballotage».

Sin embargo, el mecanismo constitucional albiceleste introduce una serie de innovaciones que lo convierten en una rareza en todo el mundo. Los arts. 97 y 98 de la Constitución prevén la realización de un ballotage en dos situaciones: cuando ninguno de los candidatos se alza con el 45 % de los votos en primera vuelta; o si ninguno supera el 40 por ciento con una diferencia de más del 10 por ciento respecto al que le sigue en número de sufragios. Todo un rebuscado mecanismo en vez de aplicar el sencillo sistema inventado por Napoleón III.

Siguiendo el precedente sentado por la Constitución Nacional reformada, varios distritos fueron eliminando el sistema electoral indirecto y algunos adoptaron el mecanismo de doble vuelta puro o «ballottage» francés (v.gr.: la Capital Federal), sin excentricidades, tal cual lo habí­a previsto el emperador.

La Constitución de 1994 rigió las elecciones que tuvieron lugar desde entonces: 1995, 1999, 2003, 2007 y 2011. De todos esos comicios, el único que arrojó un claro escenario de ballotage fue el del 27 de Abril de 2003, cuando la Alianza Frente por la Lealtad (Carlos Menem – Juan Carlos Romero) obtuvo el 24,45 % y la Alianza Frente para la Victoria (Néstor Kirchner – Daniel Scioli) logró el 22,24 por ciento. Hubiera correspondido celebrar una segunda vuelta el 18 de Mayo de 2003. Sin embargo, previendo un fuerte voto castigo, Carlos Menem desistió de presentarse, por lo que Néstor Kirchner fue proclamado presidente.

En todas las demás elecciones, los mandatarios electos -Carlos Saúl Menem (1995), Fernando de la Rúa (1999) y Cristina Fernández de Kirchner (2007 y 2011)- obtuvieron más del 45 % de los votos en primera vuelta, por lo cual no hizo falta una segunda.

Las particulares circunstancias que rodean a estas nuevas elecciones presidenciales hacen quetal vez nos veamos ante la necesidad, por primera vez en la historia argentina, de estrenar el instituto del ballotage.

Tomado de Infobae.

Deja una respuesta

*