Comenzó la lucha por ganar espacios en el cristinismo

Piqueteros, gremialistas y el PJ elevaron al Gobierno exigencias difí­ciles de satisfacer.



La Nación

1 de Setiembre de 2007
Por Carlos Pagni
Para LA NACION
Se llama «Primero Argentina», como querí­a el General. Pero, dada la movilización de poder y de recursos que se verificaron en la inauguración de esta fundación «cristinista», podrí­an haberla bautizado «Primero Nosotros».
El jueves por la noche hizo su lanzamiento, en los altos de una casa de San Telmo, uno de los grupos internos del kirchnerismo que aspiran a dominar el muy probable gobierno de la primera dama. Para los entendidos: fue la primera vez que, viajando sus jefes a Santa Cruz, Carlos Zannini permaneció en la Capital Federal. Es el cabecilla de esta corriente, pensada para capturar posiciones en el próximo gabinete. A los codazos, claro, como sucede entre peronistas cuando está el poder sobre la mesa.
La sede de la institución, bastante elegante. Sobre todo por el despliegue de obras de arte. Pinturas de Ricardo Carpani, Roberto Duarte, Carlos Gorriarena, Marcos Acosta, Germán Gargano, Nora Iniesta, Daniel Santoro (el preferido de Guillermo Moreno), Duilio Pierri y Luis Felipe Noé, entre otros. Altos pinceles del PJ que no saben si prestaron, vendieron o donaron sus cuadros.
El staff de la fundación es uno de los mapas de poder de la próxima administración, si es que el oficialismo se impone en las elecciones. A la cabeza, Zannini, que quiere mantener respecto de Alberto Fernández y de Julio De Vido una tercera posición. De nuevo el General. También figura Miguel Peirano, que disfruta esta señal de continuismo. El presidente de la entidad es Carlos Long, que es la sombra de Rudy Ulloa, el ahorrativo ex chofer del Presidente, ahora empresario de medios y jefe del kirchnerismo ultra. Ulloa figura en muchos papeles pero no en los de este centro de estudios.
«Primero Argentina» es una especie de gabinete placebo para engañar el estómago de quienes buscan una definición sobre su futuro laboral. Aunque tampoco habrí­a que tomarlo a la ligera. Es significativo, por ejemplo, que en Polí­tica Financiera figure el vicepresidente del Banco Central Miguel Pesce -aliado de Peirano- y no Martí­n Redrado. Y llaman la atención Héctor Timerman en Relaciones Internacionales y la senadora Marita Perceval, en Defensa. En Justicia se anota el secretario de Polí­tica Criminal, Alejandro Slokar, y en Salud, Graciela Ocaña, que hasta ayer pertenecí­a al gineceo del jefe de Gabinete. Cada uno se convierte ahora en una piedra en el zapato del ministro del ramo. Festival de rivalidades.
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Aunque hay áreas con las que Zannini no se atreve a jugar. En Infraestructura, por ejemplo, designó a un profesor de la Facultad de Arquitectura, Jorge Moscato, y en Energí­a, a Pablo Dí­az. Otra rareza: figura como director de Pampa Holding, el fondo de inversión de Marcelo Mindlin, que controla Pampa Holding y Edenor. Que nadie hable de falta de transparencia.
No todo es armoní­a en esta familia. Eric Calcagno, el embajador en Francia, junto con papá Alfredo y su hermano Fernando -los tres exponentes del chavismo chic-, es el autor de la plataforma de gobierno con la que se lanzó esta corriente. Pero Enriquito -apodo cariñoso con que lo llaman en la familia- recela de Ocaña: los dos son suplentes de Cristina en la senadurí­a bonaerense. Pero para que el diplomático pueda acceder a la banca debe conseguir que la «ministra de Salud» renuncie. Será duro.
Los cargos que se repartieron la noche del jueves último en San Telmo, con el local atiborrado de simpatizantes, son caramelos de plástico. No hay seguridad alguna sobre el eventual gabinete de Cristina. Sólo se sabe que Zannini, Alberto Fernández, Jorge Taiana y Miguel Núñez -un vocero cada dí­a más inquieto por detectar las fuentes de los periodistas- tienen su butaca escriturada. En cambio, Carlos Bettini, convocado para regresar a Buenos Aires desde la embajada en Madrid, duda de repatriarse: acaso lo reclama su amigo José Luis Rodrí­guez Zapatero.
í‚¿Se mantiene Carlos Tomada en Trabajo? Tiene chances: se le reconoce haber resistido las embestidas de Hugo Moyano, que pretende allí­ a su laboralista Héctor Recalde. Hay funcionarios de segunda lí­nea que también conocen el futuro. Al titular de la Anses, Sergio Massa, por ejemplo, Kirchner le indicó permanecer en el cargo aunque gane la intendencia de Tigre. El mismo pedido recibió, dicen en Economí­a, el secretario de Hacienda, Carlos Mosse. Sólo por curiosidad: í‚¿el Presidente ofrece posiciones en el gabinete de su esposa?
Una macroincógnita sigue siendo el futuro de De Vido. Nadie se anima a decir que estará fuera del palacio, aunque no sea ocupando la misma sala. Hay que prestar atención al viaje que la candidata, escoltada por De Vido, iniciará el 8 de septiembre a Alemania y que será preparado el próximo lunes: está previsto que ella reciba a Uriel Sharif, el responsable para Latinoamérica de Siemens, la multinacional preferida del Gobierno, aunque no retire su querella del Ciadi.
La gira por Alemania será el comienzo de un nuevo lanzamiento internacional de la señora de Kirchner. El 24 volverá a la Universidad de Nueva York para compartir un panel con el juez español Baltasar Garzón, el 26 se fotografiará con Bill Clinton -todaví­a no le consiguieron a Hillary- y el 28, para paladares más ortodoxos, almorzará en la Reserva Federal de los Estados Unidos. Después reencontrará su destino sudamericano: el 3 de octubre, reunión con Lula en Brasilia; el 8, con Michelle Bachelet en Santiago.
Antes y después de estas excursiones, Cristina se agotará en una maratón por las provincias. Nada que llame la atención en su agenda, salvo una escala: el 15 de septiembre se arrodillará a los pies de la Virgen de Luján. Un gesto amistoso hacia la Iglesia Católica, para el que siempre se muestra solí­cito otro amigo de De Vido, monseñor Rubén Di Monte, «el Constructor».