La silenciosa elección de «los hombres de Cristina»

La candidata ya piensa en un amplio cambio de gabinete

4 de Julio de 2007
Se descubrió el naipe de la candidatura presidencial del oficialismo y comenzó a girar la rueda de la fortuna para todo el gabinete. El marketing de Olivos se empeñará, hasta octubre, en convencer al electorado de que Cristina no es Kirchner.
Como prueba alegará una nueva polí­tica de personal para el futuro gobierno. En algo esa propaganda dirá la verdad: la senadora no tiene los mismos criterios que su esposo para elegir amigos. Suben, entonces, las acciones de varios funcionarios de la actual administración a quienes se les augura un progreso en la próxima, si es que la candidata se impone en las urnas. Son, en la jerga que rodea al poder, los hombres de Cristina.
El primero es su principal promotor: el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. A él se debe la teorí­a según la cual con la próxima gestión se abre una etapa de mayor calidad institucional. Una autocrí­tica que el Presidente ha tolerado con sorprendente espí­ritu republicano. Fernández es autor de otra tesis: para que la novedad tenga verosimilitud, la presidenta deberí­a cambiar todas las caras. Es una condición de cumplimiento imposible. Los Kirchner no confí­an en tanta gente como para completar dos equipos de gobierno.
En realidad, Fernández espera que cambien un solo rostro: el de su adversario Julio De Vido. Mientras tanto, amenaza con dejar el mundo oficial, que lo tiene como funcionario desde los 80, cuando gobernaba Alfonsí­n. Se hace rogar este Fernández. Tal vez le gustarí­a convertirse en un jefe de Gabinete real, con mando sobre los ministros. Sabe que el de Planificación jamás aceptarí­a subordinarse. Como fuere, Fernández está destinado a permanecer en su cargo y habrá que seguir escuchando sus argumentos defensivos, aunque esa rutina no signifique un indicio muy vehemente de renovación.
Otro integrante del cí­rculo áulico que permanecerá en su puesto es Carlos Zannini, el secretario legal y técnico. Es el guardaespaldas jurí­dico de la pareja presidencial desde los tiempos de Rí­o Gallegos. Ejerce una secreta influencia en otros campos, como la selección de amigos, sea en la magistratura como en el empresariado. Varios indicios, sobre todo su silencio, colaboran con la leyenda de que es autor intelectual de muchas polí­ticas de Kirchner. Seguirá allí­, callado, aun cuando deba luchar contra los recientes achaques de su salud.
Es posible que tampoco haya novedades en la polí­tica exterior. Jorge Taiana se ganó el afecto de la primera dama como organizador de su turismo polí­tico-electoral. Hay quienes aún le auguran el destino de secundar a Daniel Scioli en la gobernación. Y vigilarlo en nombre de la Casa Rosada. Pero las horas de vuelo compartidas con Cristina ayudan para retenerlo. El dato es importante: a la señora de Kirchner le interesan más que a su esposo las relaciones internacionales. A diferencia del Presidente, ella aspira a agradar en ambientes y lugares que a él le resultan indiferentes o inhibitorios.
Acaso fue el piquetero Luis D Elí­a quien mejor definió el giro cuando lo echaron del Gobierno. Refiriéndose a Alberto Fernández, describió lo que a su juicio serí­a una gestión de Cristina: «Viene un giro hacia la derecha. Se buscarán la amistad de los demócratas de Estados Unidos, la alianza con el capitalismo español, el distanciamiento de Chávez y la aproximación a un socialismo liviano como el de Bachelet». Taiana no tiene inconvenientes en interpretar esa melodí­a.
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Habrá que buscar alguna innovación en otros campos. Carlos Bettini, actual embajador en España, hará crecer su influencia. Acaso sea el funcionario que más conoce a Cristina: la cultiva desde los tiempos de la adolescencia platense, épocas de rugby en el San Luis, que ella frecuentaba. Sus méritos crecieron en los últimos años, en los que debió administrar la relación dificultosa de Kirchner con Madrid, más allá de las declaraciones públicas de amor. Acaso corone su obra controlando el marco polí­tico para la apropiación de 25% de YPF por parte de la familia Eskenazi, la preferida del Presidente para la «argentinización». Es esencial que no haya escándalo por esta operación, sobre todo en Europa. Todaví­a falta un viaje de la candidata a Madrid para que Bettini defina su futuro. Tal vez en la Secretarí­a General.
Otro amigo de Cristina con funciones diplomáticas y cotización en ascenso es el cónsul en Nueva York, Héctor Timerman. Colaboró en un movimiento que para la esposa del Presidente es crucial: la vinculación con la comunidad judí­a internacional a propósito del caso AMIA. Serí­a un error creer que Cristina nació a esta cuestión con la llegada de su marido al Gobierno. Cuando era diputada integró la comisión investigadora del atentado y se mostró muy activa en relación con las ví­ctimas. Pero en el último año esta polí­tica fue puesta al servicio de una más general: una mí­nima reconciliación con los Estados Unidos. La relación resultó muy dañada por la amistad con Hugo Chávez, en especial desde que el bolivariano se abrazó a la causa iraní­. Timerman fue decisivo en esta orientación de la candidata. No deberí­a sorprender si le encomiendan la embajada en Washington, de la que José Octavio Bordón se está despidiendo, con escasa convicción, desde hace tres años.
Miguel Núñez, vocero presidencial, es otro inamovible. Convive con la primera dama desde hace años. Y, convertido casi en un sordomudo para la prensa en general, se encarga de un aspecto de la gestión que ella controla con celo religioso: cuidar su imagen televisiva y su exposición fotográfica.
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Tan importantes como las participaciones pueden resultar las ausencias en el próximo gabinete. Ya hay un par de ministros con fecha de vencimiento casi segura. Aní­bal Fernández (Interior) y Nilda Garré (Defensa) tienen dificultades serias para continuar al lado de Cristina, por distintas razones.
Sin embargo, ninguno importa tanto como De Vido. El propio titular de Planificación suele aclarar: «Si yo sigo con Cristina es porque me puso el Flaco». Es decir, Kirchner. Desde que estalló el caso Skanska, la situación del ministro es delicada. Por más que el Presidente lo ha obligado a absorber desaguisados ajenos: Fulvio Madaro, Ricardo Jaime o José López son funcionarios que reportaron a la Casa Rosada sin mediaciones. Aun así­, en el entorno de la primera dama ya se fantasea con la expulsión de De Vido y con la fragmentación de su cartera en dos áreas, una de servicios públicos y otra de obras públicas.
Acaso este desplazamiento esté alimentado por un optimismo ingenuo: í‚¿quién se hará cargo de administrar el tejido polí­tico-empresarial que el Presidente le encomendó a este ministro? í‚¿O el eventual gobierno de la señora de Kirchner se propone, en serio, un cambio de lógica en las relaciones entre lo público y lo privado, tan controvertidas durante estos años?
Para el final, un último hombre de Cristina al que resulta difí­cil encontrarle un espacio: Néstor, su marido. Dependerá de su conducta que la administración de su esposa, si es que se concreta, no nazca envuelta en dudas sobre su autoridad. í‚¿Tendrá Kirchner la plasticidad que exhibió su mujer para desaparecer de escena casi dos años, cuando llegaron a Olivos? í‚¿O lo suyo será un mero pase a la clandestinidad, por recurrir al léxico del grupo? Será esta actitud, más que cualquier maquillaje de gabinete, la clave para que resulte creí­ble lo que juran. Es decir, que un gobierno de Cristina Kirchner será una nueva experiencia polí­tica y no sólo una martingala de perpetuación, por la cual un marido le pasa la banda a su mujer, en una ceremonia arcaica, a la espera de que al tiempo ella se la devuelva en perfecto estado.
Por Carlos Pagni
ParaLA NACION
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La candidata y el cambio

4 de Julio de 2007
Por Adrián Ventura
«Cristina. El cambio recién empieza.» Sólo eso dicen los carteles que tapizan Buenos Aires. Ninguna otra consigna. í‚¿Es creí­ble que la senadora pueda encarnar el cambio?
Vayamos por partes. í‚¿Por qué se habla de «cambio», si la primera dama integra el mismo equipo del presidente Néstor Kirchner?
Un analista polí­tico muy cercano al Gobierno explica: «El electorado porteño, cuando votó a Mauricio Macri, pidió un cambio. Ahora, los expertos en marketing polí­tico intentan aprovechar ese clima».
Además, después de cuatro años de crecimiento económico, la gente pide dejar atrás la agenda primaria (empleo, salarios) y cambiar por una más sofisticada: proyección internacional y solidez institucional.
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í‚¿Puede Cristina Kirchner ser el cambio en materia institucional? Saque sus conclusiones:
Acertó Cristina Kirchner cuando impulsó la ley que redujo la composición de la Corte.
Quizás, el tribunal, que históricamente estuvo sujeto a cambios con cada renovación presidencial, esta vez descanse tranquilo: los jueces designados durante la actual gestión, antes de su nombramiento, pasaron por el filtro de la senadora. De todas formas, en la Corte reclaman «un fortalecimiento del Poder Judicial y autonomí­a presupuestaria, para no tener que pedirle dinero al jefe de Gabinete».
En 2002, fue autora de la ley de financiamiento de partidos. Pero fue el jefe de Gabinete, Alberto Fernández (ferviente defensor de su candidatura), el responsable de violar esa ley en 2003. La Justicia, claro está, no lo sancionó.
Mucho más criticable fue la férrea defensa que la senadora hizo de dos proyectos de ley absolutamente reprobables. Por un lado, fue autora de la ley de reforma del Consejo de la Magistratura: la nueva norma profundizó la influencia del oficialismo en el Consejo y, por esa ví­a, en la Justicia. Y, por el otro, abogó por la sanción de la ley de delegación de superpoderes en favor del jefe de Gabinete, que con ese instrumento desnaturaliza el presupuesto aprobado por el Congreso.
Durante el gobierno de Carlos Menem propuso limitar la atribución del presidente de dictar decretos de necesidad y urgencia. Pero cuando su marido asumió el poder no dudó en impulsar la solución contraria.
Es absolutamente renuente a hablar con la prensa y se enoja con los periodistas.
í‚¿Traerá Cristina Kirchner, si se convierte en presidenta, el fortalecimiento de las instituciones? í‚¿Podrí­a el cartel explicar todos estos antecedentes de Cristina Kirchner?
Por Adrián Ventura
aventura@lanacion.com.ar
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«Cristina Kirchner desprecia a los pobres»

4 de Julio de 2007
La senadora nacional Hilda «Chiche» Duhalde afirmó ayer que su par Cristina Fernández de Kirchner, flamante candidata presidencial impulsada por la Casa Rosada, «desprecia a los pobres» y lamentó que el Partido Justicialista se haya convertido en un «perrito faldero» del Presidente por aceptar esta designación sin exigir elecciones internas.
En diálogo con las radios América y Continental, la legisladora del PJ afirmó que «estamos pasando por un momento muy triste» ya que «ya no se eligen más los candidatos democráticamente», en referencia a la postulación de Cristina Kirchner, que no surgió de una elección interna partidaria, sino de la decisión del jefe del Estado.
Hilda Duhalde lamentó, además, que el PJ se haya convertido en «un perrito faldero que acepta con absoluta resignación la decisión del Presidente de poner a su señora» como candidata, en lugar de plantearse «por lo menos, un mecanismo de elección interna formal, que permita a otros presentarse» para aspirar a ese puesto.
«Me preocupa que hoy han aceptado tan mansamente que esta señora, que ha mostrado claramente un desprecio por la pobreza y que cada vez fue frivolizando más su imagen», sea la postulante presidencial oficialista», dijo la esposa del ex presidente Eduardo Duhalde.
«Ya no son más los afiliados de los partidos quienes eligen a sus candidatos, sino que es a dedo; estamos en etapas peores a las de Herminio Iglesias», comparó la senadora nacional en referencia al ex intendente de Avellaneda.
Hilda Duhalde, derrotada por la actual primera dama en las elecciones legislativas de 2005, declaró: «Lo que más me preocupa es que Cristina realmente no tiene vocación por la gente más humilde y que es una mujer que desprecia a los pobres, y lo manifiesta en cada una de sus acciones».
«Busque usted alguna acción en favor de los pobres de la provincia de Buenos Aires, a la que representa, algún proyecto, algo…», propuso la senadora a los periodistas al hablar sobre la tarea parlamentaria de Cristina Kirchner.
Cambio
También manifestó su discrepancia con la campaña de afiches de Cristina Kirchner, según la cual la primera dama representa el «cambio»: «í‚¿De qué cambio hablamos, si es la esposa de Kirchner?», se preguntó. Y estimó que «así­ como él (por el Presidente) decide que ella sea la candidata, también tendrá mucha injerencia en las decisiones» del futuro gobierno.
«(Cristina) tiene una personalidad muy intolerante, muy soberbia; es una mujer que se ha ido modificando en el tiempo, pero para mal», destacó la senadora, que recordó que en los comicios de 2005, en donde fue derrotada por ella, «la campaña se la hizo el Presidente» mientras que su oponente «prácticamente no hizo ningún acto».
Además, retrucó el apoyo de miembros del Gobierno a la flamante candidata: «Qué loco todo… Cómo la gente va a creer en la polí­tica cuando Aní­bal (Fernández, ministro del Interior) dice que Cristina es el mejor cuadro (polí­tico) en los últimos 50 años».
Hilda Duhalde incluso cuestionó la actuación parlamentaria de la candidata kirchnerista, al expresar que «llega generalmente tarde, participa poco y lo hace para defender los grandes proyectos que llegan del Poder Ejecutivo Nacional».
«Ella es muy glamorosa y nada más», criticó.