Paula Clerici: «Algunos DNU de Macri sirvieron más como golpe de efecto para marcar la cancha que como modo de gobierno efectivo»

Paula ClericiPaula Clerici es Doctora en Ciencia Polí­tica (UTDT); Lic. Ciencia Polí­tica (UBA). Co-Directora del Grupo de Investigación «Coaliciones polí­ticas en América Latina» (UBA).

En entrevista con Argentina Elections abarcó diversos y variados puntos. Como especialista en sistema de partidos y coaliciones expuso magistralmente su visión acerca de la vuelta a un proceso de nacionalización de los partidos polí­ticos. Por otra parte habló sobre los primeros dí­as de Macri en el poder, sugiriendo que el gobierno a base de decretos tiene como finalidad “marcar la cancha”. Finalmente soslayó dos peticiones de cara al debate que se viene sobre la reforma electoral: creación de una autoridad electoral independiente del poder ejecutivo y el fin de la boleta sábana horizontal.

Nicolás Cereijo: En un artí­culo publicado en el Bastión Digital, planteás que “la fase de desnacionalización está cediendo lentamente”. Esta afirmación ¿puede significar la conformación de un nuevo clivaje republicanismo-populismo?

Paula Clerici: No, primeramente porque no creo que la idea de republicanismo vs. populismo implique una fractura societal para ser considerada un clivaje. El concepto hace referencia a cómo se cristaliza la resolución de un conflicto eje en la sociedad en lo que respecta a la estructuración de las posiciones de los actores polí­ticos y partidarios.

La relación entre un ideal republicano (que por cierto, deberí­amos repensar qué implica hoy dado que en muchas ocasiones se lo asocia al respeto de las instituciones y otras, a un retiro de la presencia estatal en la economí­a) y una construcción populista del ejercicio del poder (también un concepto politológico bastardeado por los medios, especialmente cuando se lo vuelve sinónimo de colonización del Estado por parte de un colectivo) puede generar algunas tensiones pero no puedo considerarlas antagónicas, que es una de las caracterí­sticas de las partes opuestas en una situación de clivaje. Me parece que los medios y algunos polí­ticos llevan estos conceptos a querer significar cosas que desde la academia no aparecen tan bien delimitadas.

En segundo lugar, creo que la lenta renacionalización del sistema de partidos es independiente de la idea de republicanismo vs. populismo. Aunque en 2015 fue notorio cómo aumentó la nacionalización, el proceso comenzó una o dos elecciones antes de manera muy moderada, momentos en que el liderazgo kirchnerista no sufrí­a cuestionamientos por parte de una oposición organizada ni por una porción importante del electorado como ocurrió este aí±o.

Si hubiera dos modelos antagónicos de la mano de la nacionalización como indica tu pregunta, deberí­amos suponer que atraviesa a (casi) todas las provincias (justamente para que haya una nacionalización en aumento) pero no estoy muy segura de que sea así­. Son pocas las excepciones en el grupo de las provincias rentí­sticas (donde la democracia en sentido procedimental está más floja de papeles) en que hay una oposición con alguna fortaleza mediana para ser considerada relevante y que por lo tanto, pueda «contar» en la medición de la nacionalizacion. Incluso si existiera dicha tensión a nivel nacional, deberí­a replicarse a nivel subnacional en la mayorí­a de las provincias para poder estudiarla en relación a la nacionalización que va en aumento.

NC: Al descartar este clivaje, ¿qué factores considerás que ayudan al proceso de nacionalización?

PC: La creciente nacionalización puede estar evidenciando que el cimbronazo del sistema de partidos (por sendas crisis al interior de los dos partidos más grandes) que arranca con el nuevo milenio estarí­a llegando a su fin y el sistema podrí­a volver a estabilizar.

NC: Siguiendo con esta lí­nea de análisis, ¿cómo notaste el comportamiento electoral de la ciudadaní­a, teniendo en cuenta que por momentos la campaí±a no se encuadraba en una disputa partidaria (como solí­a suceder antes del 2001) sino más bien en slogans tales como “Continuidad o Cambio”?

PC: En cada elección presidencial hay una pelea entre la continuidad y el cambio, para el caso de nuestro paí­s pensemos por ejemplo en la campaí±a cuando fue la reelección de Menem, o cuando ganó De la Rúa, o en las dos elecciones que ganó Cristina. De las ocho elecciones presidenciales desde 1983, en algunas ganó la continuación  de lo existente (Menem 1995, Kirchner 2003, CFK 2007 y 2011) y en otras triunfó el cambio (Alfonsí­n 1983, Menem 1989, De la Rúa 1999, Macri 2015). No veo la idea de ruptura o continuidad como una novedad.

Las batallas electorales siguen teniendo la lógica de las etiquetas solo que desde hace un tiempo, se dirimen formalmente entre alianzas y no entre partidos, aunque luego en la práctica de gobernar y legislar vuelva a ser partidaria.

NC: En sus primeros dí­as de gobierno, Macri utilizó el decreto en demasí­a. Desde la Casa Rosada lo justifican con la finalidad de mostrar presencia ante las posibles negativas del Frente para la Victoria como principal oposición en el Congreso. ¿Creés que es correcta esta lectura o, por el contrario, puede erosionar la gobernabilidad?

PC: Me da la impresión que algunos de los DNU de Macri sirvieron más como golpe de efecto para marcar la cancha (como el caso de los integrantes de la Corte) que como modo de gobierno efectivo. Y con otros, el objetivo fue desmantelar la composición de algunas instituciones integradas por el gobierno anterior para repartir de nuevo las cartas. Estas movidas muestran que el PRO no es Heidi, globos y frases bellas llenas de esperanza. Gobernar un paí­s es ocupar posiciones y eso están haciendo.

NC: Para aclarar el panorama al lector, hay que remarcar que aún los DNU deben ser tratados en el Parlamento…

PC: Exacto. Un DNU se gira al Congreso para que sea analizado en una comisión bicameral y los plenarios de ambas cámaras puedan discutirlo y expedirse al respecto. Tal como está regulado el uso de DNU en nuestro paí­s, si ambas cámaras no lo rechazan, el decreto continúa vigente, no necesita de una aprobación explí­cita (como es el caso de Brasil, por ejemplo). Para que se entienda: supongamos que el Frente para la Victoria (FPV) logre el rechazo de los decretos en la cámara alta donde podrí­a contar con el número de bancas necesario para imponerse (utilizo el condicional porque está por verse cuántos de esos senadores llevarán agua para el molino kirchnerista), sin el mismo resultado en la cámara de diputados, el FPV no logra dejar sin efecto los DNU.

NC: ¿Qué aporta la literatura de la Ciencia Polí­tica al respecto?

PC: Los estudios acerca del decretismo en América Latina (con su auge en la década del ’90) seí±alaban dos explicaciones de por qué los presidentes abusaban de este tipo de medidas: manotazos de ahogado de un presidente minoritario o, contrariamente, un presidente que cuenta con el apoyo mayoritario del Congreso pero que para evitar costos polí­ticos o para no generar demoras en la toma de decisiones, deja que el ejecutivo tome las decisiones por decreto. Las dos mitades de la biblioteca nunca se pusieron de acuerdo. Para el caso de Macri no tenemos certeza de cuál de las dos aplica porque el Congreso está en etapa de receso. Si bien sabemos que el PRO no tendrá mayorí­a propia en ninguna de las cámaras, desconocemos cómo actuará el peronismo (los del PJ kirchnerista, los del PJ no kirchnerista, el massismo, el delasotismo, el adolfismo, etc.), los que eran aliados del kirchnerismo en el Congreso (emepenistas, misioneros, correntinos y santiagueí±os) y cuánto acompaí±ará la UCR al gobierno. Creo que hay que dejar pasar el verano para ver cómo se acomodan las fichas (en general los temas polí­ticos de moda de cada verano no pasan de marzo o abril). Me parece pronto hablar de problemas de gobernabilidad.

NC: ¿Ves viable la idea de un presidencialismo de coalición?

PC: Hace algunos meses estaba convencida de que era muy viable, hoy lo veo bastante menos viable al menos, si somos rigurosos con la definición de presidencialismo de coalición (Andrés Malamud comunicó por Twitter un indicador irrefutable al destacar de qué partido son las personas que integran la lí­nea de sucesión presidencial, solo PRO).

Si bien hay carteras ministeriales en manos del radicalismo, son pocas las decisiones de las tomadas hasta el momento en las que la UCR haya tenido injerencia real. Sin embargo, me parece fundamental esperar a ver cómo será el funcionamiento del PRO, la UCR y la CC en el Congreso. La clave, insisto, está ahí­ porque al PRO no le alcanza con lo propio. Y necesitar de otros implica que hay que hacer concesiones relevantes, no son solo un puí±ado de votos los que le faltan.

NC: Para terminar, el 2016 promete ser un aí±o con la reforma electoral como tema de agenda tanto nacional como provincial. ¿Qué aspectos considerás que deberí­an tratarse?

PC: Muchos pero considero que hay dos prioritarios: la discusión acerca de una autoridad electoral independiente del poder ejecutivo (si bien es el poder judicial quien dirime las cuestiones, la administración la lleva adelante un poder y una gestión implicada en la contienda), y el fin de la boleta sábana horizontal (creo que habrí­a que avanzar en la boleta única por categorí­as al estilo Santa Fe, no me convence la opción que tienen CABA, Córdoba y Salta de poder votar lista completa). Esto último, además de muchos cambios positivos, traerí­a como consecuencia un beneficio para la transparencia del sistema al terminar con los acoples y colectoras.

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