A horas de la asunción

A pocas horas de la asunción del nuevo ejecutivo de la República Argentina, le hacemos llegar diferentes opiniones sobre los proximos desafios del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, primera mujer electa para el cargo de Presidente de la Nación. Asimismo, lo invitamos a ver las opiniones de quienes fueron competidores por el puesto en los comicios del 28 de octubre pasado.


La agenda y las expectativas de un nuevo gobierno
Clarí­n
9 de diciembre del 2007

El paí­s se apresta a iniciar una nueva etapa de su vida institucional con la asunción del sexto gobierno constitucional surgido de las urnas desde la recuperación de la democracia en 1983. Por primera vez, además, llega a la Presidencia una mujer elegida por el pueblo para ocupar la primera magistratura.
Cristina Kirchner asumirá el cargo en circunstancias de normalidad polí­tica y económica, con condiciones de previsibilidad que han sido el resultado también de un progresivo aprendizaje en el ejercicio de la vida democrática, luego de superar ciclos de crisis aguda y en algunos casos finales anticipados e inicios tempestuosos de gestión. Se trata de un indicador de indudable madurez que habla de una sociedad para la cual la democracia es ya un valor adquirido e irrenunciable, el piso sólido sobre el cual se debe construir un paí­s en el despliegue y realización de sus potencialidades.
Sobre el gobierno que asumirá maí±ana se depositan importantes responsabilidades y expectativas. Las directrices y acciones que se tomen definirán el perfil que tendrá la República Argentina en el segundo bicentenario de la Revolución de Mayo. Las aspiraciones de desarrollo sostenido y sustentable, de equidad social, impulso de la educación, la ciencia y la técnica y de mejora de la calidad institucional deben ser prioritarias, orientando estrategias consensuadas y de largo plazo
La mejora de las condiciones de seguridad, la lucha contra la pobreza, la asistencia a los chicos marginales, la promoción del acceso a la vivienda y la prestación de servicios públicos adecuados, requieren pronta satisfacción. En el mismo orden, deben crearse las mejores condiciones para la marcha de la economí­a, atrayendo y promoviendo inversiones, facilitando el crédito y creando un clima de negocios y de seguridad que permita la continuidad del crecimiento económico y neutralice las tendencias inflacionarias.
La nueva gestión gubernamental deberá promover un acuerdo con el Club de Parí­s por la deuda que registra nuestro Estado, ya que esto contribuirá a la recepción de inversiones externas. Deberá, además, resolver el conflicto con Uruguay, que ha deteriorado una relación de hermandad que es además indispensable para nuestra polí­tica exterior.
El Estado necesita mejorar su transparencia y eficiencia, para lo cual se requiere perseverar en la lucha contra la corrupción y modernizar la organización de la administración pública. En este sentido, se espera que también puedan tomarse medidas destinadas a mejorar el rendimiento de la Justicia.
Esta próxima gestión polí­tica comenzará a recorrer el aí±o que llevará, en diciembre de 2008, a completar el cuarto de siglo ininterrumpido de democracia, un ciclo iniciado en 1983 y que presenta algunos costados crí­ticos que deben ser atendidos para mejorar la calidad de la vida institucional. El papel del Poder Legislativo frecuentemente quedó ensombrecido por el protagonismo del Ejecutivo. En este sentido, es de esperar que se establezcan relaciones de cooperación, búsquedas de consensos y estilos de trabajo que enriquezcan la cultura polí­tica.
La construcción de fuerzas polí­ticas renovadas y representativas es una de las asignaturas pendientes que se arrastran desde las crisis de comienzos de este siglo. Cabe la esperanza de que aproximándonos al último tramo de esta década, la Argentina encuentre esa sinergia virtuosa entre el crecimiento económico y la construcción institucional capaz de generar las condiciones para un desarrollo sostenido y una mejor distribución de las oportunidades y resultados del esfuerzo individual y colectivo.
Sobre el gobierno que asumirá maí±ana cargan importantes responsabilidades y expectativas. Las polí­ticas que se lleven adelante definirán el perfil que tendrá la Argentina en el segundo bicentenario de la Revolución de Mayo. Los logros obtenidos no deben ocultar o postergar la necesidad de avanzar sobre las asignaturas pendientes, que aguardan adecuadas respuestas.
Mejorar el Poder Judicial será prioridad de Cristina Kirchner
José Ignacio Lladós
La Nación
9 de diciembre de 2007

Habrá mucho de continuidad en los primeros meses de gestión de Cristina Kirchner, según cuentan en el Gobierno, pero la presidenta electa también se reservará algún golpe de efecto. Uno de ellos apuntará a la calidad institucional: entre sus primeras medidas, la hasta hoy primera dama intentará cubrir los 204 cargos vacantes que limitan a la justicia nacional. Para ello apurará la selección de candidatos y reclamará al Consejo de la Magistratura y al Senado que reduzcan sensiblemente los plazos con los que trabajan actualmente. El objetivo de su gobierno será completar buena parte de los juzgados vacantes en el primer semestre de 2008.
Otros dos objetivos que, de acuerdo con fuentes oficialistas, perseguirá Cristina Kirchner una vez que asuma será mejorar el sistema de transportes de carga y acordar la refinanciación de la deuda con el Club de Parí­s.
Aunque parecen de ámbitos distintos, en verdad estos dos últimos temas están ligados, pues la mejor tecnologí­a del mundo en infraestructura para transporte pertenece –salvo excepciones, como China– a los paí­ses del Club de Parí­s, y esas naciones se abstienen de financiar proyectos en la Argentina mientras el Gobierno no solucione la deuda de 6200 millones de dólares. La visita protocolar que por estos dí­as realiza el nuevo jefe del FMI, el francés Dominique Strauss-Kahn, podrí­a ayudar a resolver el caso. El ex ministro francés se reunirá con Cristina Kirchner, a quien acompaí±arán el nuevo ministro de Economí­a, Martí­n Lousteau, y el presidente del Banco Central, Martí­n Redrado.
La cuestión es que, de estos tres temas a los que apuntará el gobierno de Cristina Kirchner, el único que puede resolverse aquí­ sin más acuerdos que los que requiere la polí­tica local es el de la Justicia. De eso se ocupará, aseguran, la nueva presidenta. “No se puede seguir así­â€, admitieron a LA NACION en la Casa Rosada. La calidad institucional es uno de los temas recurrentes en los discursos de la senadora por Buenos Aires.
Actualmente hay 113 juzgados nacionales cuyos titulares surgirán de 53 concursos, que están en trámite. Este tema duerme en el Consejo de la Magistratura, donde el kirchnerismo cuenta con la primera minorí­a.
Alberto Iribarne, ministro de Justicia, ya envió al Presidente las ternas para elegir otros 47 magistrados. Kirchner debe seleccionar uno de cada terna, pero no define y eso genera dificultades en la resolución de las causas judiciales (de lo que se informe por separado).
El Ministerio de Justicia es el que recibe y analiza las ternas que conforma el Consejo de la Magistratura. No es allí­ donde se frena el proceso. Una vez estudiados los postulantes, el ministro eleva los grupos de tres candidatos al Presidente.
Néstor Kirchner seleccionó 44 jueces en los últimos meses (41 de ellos, en noviembre), pero por ahora tiene en su despacho otras 47 carpetas intactas.
Los 44 casos que resolvió fueron girados al Senado de la Nación. La Cámara alta, que suele ser un paso veloz, no aprobará las designaciones antes de que el nuevo gobierno les dé la aprobación, confiaron en la Casa Rosada.
En resumen: el proceso para seleccionar jueces encuentra hoy 113 carpetas en el Consejo de la Magistratura, 47 en la Casa Rosada y 44 en el Senado.
En todos los casos, el kirchnerismo tiene amplias facilidades para solucionar los problemas.
Va un dato: el proceso, desde su principio hasta su fin, demora no menos de dos aí±os, en promedio.
Según funcionarios del Gobierno, resolver este despiole será un objetivo de corto plazo de Cristina Kirchner.
Todo será presentado en conjunto: la idea de la calidad institucional, la necesidad de apurar los plazos y la resolución de un conflicto que genera preocupación en el Poder Judicial.
El principal operador de la presidenta en ese plan será el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, que durante la gestión que termina se habí­a encargado de ayudar a los Kirchner en la selección de los jueces de la Corte Suprema.
El ministro del área, Aní­bal Fernández, tendrá sólo una participación formal, dijeron las fuentes.
Tanto complica o preocupa que la Corte Suprema de Justicia prohibió primero la designación de nuevos jueces subrogantes -pues no eran elegidos por el sistema de concurso- e instó luego al Congreso de la Nación a que sancione en los primeros meses de 2008 una ley para que se resuelva qué se hace cuando un juzgado queda vacante. Por ahora, las causas se dividen entre los juzgados con titulares oficiales.
La preocupación, off the record , también la admiten en el Consejo de la Magistratura, curiosamente un órgano remozado a gusto del Gobierno. La autora del proyecto que asignó al poder polí­tico parte del control del Consejo, además, fue… Cristina Kirchner. Es allí­ donde se traba el primer paso de la designación de jueces.
«La idea ahora es que los nuevos jueces asuman rápido y se encuentren en la sintoní­a de la Corte Suprema», reveló una fuente del palacio de gobierno. El kirchnerismo suele asignarle a la Corte un alto nivel de jerarquí­a intelectual.
La cuestión, así­, es que Cristina Kirchner tiene algunos temas ya definidos para la agenda de corto plazo. Buscará inversores y negociará con el Club de Parí­s, por un lado; por otro, y sin la necesidad de acordar con agentes extranjeros, tratará de «normalizar» un sistema judicial sobrecargado de problemas que el poder polí­tico hasta ahora no ha sabido solucionar.
Santa Cruz
* RIO GALLEGOS.- El presidente Néstor Kirchner y la mandataria electa, Cristina Fernández, asistirán hoy a la asunción del gobernador justicialista Daniel Peralta, que se impuso en octubre pasado con el 53% de los votos. La sesión preparatoria de la Cámara de Diputados se hará de forma especial en el gimnasio Boxing Club. Será la segunda vez que la pareja presidencial asiste a la asunción de un gobernador santacruceí±o. La oportunidad anterior fue en 2003 cuando el gobernador Sergio Acevedo juró ante la Legislatura santacruceí±a.
Los desafí­os
Renegociación de las tarifas
* Cristina Kirchner tendrá la obligación de encabezar la renegociación de 32 de los 53 contratos de los servicios públicos, entre los que figuran sectores clave, como el transporte, el gas, la energí­a y la telefoní­a. El gran desafí­o será cómo adecuar el costo de las tarifas, congeladas desde el aí±o 2002.
La clave de la deuda externa
* Para mejorar el acceso al financiamiento y destrabar inversiones, Cristina Kirchner deberá llegar a un acuerdo con los acreedores que no ingresaron en el canje de 2005, que poseen tí­tulos en default por casi US$ 26.000 millones, y los paí­ses agrupados en el Club de Parí­s, a los que se les deben unos US$ 6300 millones.
La batalla contra la inseguridad
* Junto con la inflación, la inseguridad es una preocupación principal de la población, según las encuestas. En la provincia de Buenos Aires, el gobernador electo, Daniel Scioli, decidió que ese tema será el eje fundamental en su discurso de asunción ante la Legislatura. Cristina Kirchner todaví­a no dio pistas sobre cómo abordará la cuestión. La unión ministerial de las áreas de Justicia, la Seguridad y los Derechos Humanos podrí­a intentar reforzar la gestión.
Kirchner y el liderazgo de Cristina
Eduardo van der Kooy
Clarí­n
9 de diciembre del 2007

Néstor Kirchner ya no está en el poder. El poder se lo dará maí±ana a su esposa Cristina Fernández, la Presidenta electa. Pero en los últimos dí­as empezó a frecuentar la rara sensación que produce el descenso desde la cima al llano. Propuso por primera vez en cuatro aí±os una charla fuera del vértigo diario de la Casa Rosada o del sosiego aparente de Olivos. Eligió un salón discreto de un hotel del centro porteí±o, aunque la discreción no lo ocultó de cierta curiosidad de turistas o fugaces visitantes. Recibió saludos sin fervores, pero con cordialidad y respeto.
Cumplió con el ritual de siempre y sentó a su lado a Alberto Fernández, el jefe de Gabinete. Interrumpió el diálogo apenas dos veces por requerimiento de su secretario privado. Atendió el celular sólo una vez. Habló pocos segundos apelando a monosí­labos. Se enteró por palabras de su esposa que Nicolas Sarkozy, el presidente de Francia, le habí­a pedido ayuda para la negociación por los rehenes de Colombia. Lució halagado. No tuvo un instante de ofuscación, mechó la conversación con anécdotas y bromas y hasta pareció más atildado que otras oportunidades. El nudo de la corbata donde debe estar. La camisa blanca sin arrugas y dentro del pantalón. Quizás la única hilacha asomó cuando hurgó algo en su billetera: una billetera de plástico, similar a la que acostumbran usar colectiveros y taxistas. «La tengo desde hace muchí­simos aí±os», se justificó.
Cualquier desprevenido que se hubiera topado con el Kirchner de este tiempo no hubiera podido imaginar que ese mismo hombre manejó el poder en la Argentina sin concesiones y con rigor. Con un rigor que bordeó bastante la aspereza y la intolerancia. Que no vaciló frente a ningún desafí­o, salvo quizá cuando tuvo enfrente al universo sindical. La despedida parece haberlo sumido en un estado de mansedumbre, hasta de comprensión.
Deja bien en claro que no se irá de la polí­tica aunque su primer monólogo apunta a fortalecer el inminente debut de Cristina: «Ella va a ejercer un liderazgo indiscutible. El tiempo histórico la ayuda porque lo peor de la crisis ya pasó. Va a construir un liderazgo sobre calidades polí­ticas que yo no tengo. Esas calidades encajan con las nuevas demandas de la sociedad. Las demandas serán distintas, más sofisticadas tal vez que los aí±os anteriores. Cristina está muy bien preparada para eso».
El periodista plantea dudas sobre la sombra que podrí­a proyectar su figura en el futuro Gobierno. Y sobre la disciplina del peronismo para acatar a la mujer. «Olví­dense de mí­ por un tiempo largo. Saldré de la escena pública. Me dedicaré a pensar cómo armar la fuerza polí­tica que quiero. Y daré algunas conferencias en el exterior. Esta semana hablé con el presidente del BID (el colombiano Luis Alberto Moreno) y me hizo varias propuestas», informa. ¿El peronismo?: «Estará donde está el poder. Si hay gente que entiende de poder en el peronismo son los intendentes bonaerenses. Y el poder será de Cristina», resume.
Acepta que la transferencia del mando de un presidente a su mujer no es un episodio común ni habitual. Tampoco entendible en un hombre que tení­a abiertas de par en par las puertas a un segundo mandato. «Era la única jugada posible. La mejor dentro de la anormalidad polí­tica que todaví­a persiste en la Argentina. Cuando lo planeamos con Cristina sabí­amos que la maniobra nos podí­a costar algunos puntos en las elecciones. Es posible que yo hubiera sacado más del 45% de los votos. Pero hubiera sido felicidad para un dí­a. Cristina tiene delante un espacio y expectativas diferentes», explica. Aí±ade Alberto Fernández: «Si Kirchner hubiera sido reelecto, hoy quizá se estarí­a especulando sobre quién lo sucederí­a en el 2011. Ahora se habla de cómo podrá ser el gobierno de Cristina».
¿Cómo será? Kirchner refiere a una experiencia incomparable. En un sentido literal. La historia argentina registra escasos momentos de un mandatario influyente en el llano y otro en el poder. Habrí­a que remontarse a Julio A. Roca y Carlos Pellegrini. O a Hipólito Irigoyen y Marcelo T. de Alvear. El caso de Juan Perón es harina de otro costal. «Cristina y yo formamos una pareja que trabaja de lo mismo, que habla de las mismas cosas y que usa una lógica parecida. No existe ninguna posibilidad de competencia. Ella tuvo mucha incidencia en mi Gobierno, pero nunca salió de un segundo plano. Ahora ocurrirá lo mismo, pero el segundo plano será mí­o», describe.
Evita hablar sobre el gabinete de Cristina aunque desgrana un elogio hacia Martí­n Lousteau, el próximo ministro de Economí­a. Tampoco se tienta de opinar, pese a ser azuzado, sobre el equipo de Daniel Scioli. «Hay que dejarlo trabajar tranquilo, sin intromisiones. Cada uno tiene el derecho de armar el gabinete que quiera, como lo tuve yo. El tiempo indica si uno debe luego hacer correcciones o no. En ese sentido, durante los aí±os de la vicepresidencia, Daniel fue vivo e inteligente», afirma. Con los brazos en jarra y una sonrisita remata: «Se despidió del Senado con un homenaje a Mirtha Legrand. Y le fue bárbaro. Tiene su propia lógica para desarrollar la polí­tica».
El periodista introdujo en el diálogo la publicación reciente y simultánea de dos libros sobre Julio De Vido. Y una antigua decisión suya para impedirle ser candidato a intendente de Rí­o Gallegos: «De Vido es un querido amigo y un muy buen ministro. Pero nunca lo apoyarí­a para un cargo electivo. El lo sabe. Por su temperamento», apunta. De Vido seguirá con Cristina en medio de un equilibrio polí­tico que parece matemático.
Lousteau fue llevado al poder por Alberto Fernández. El ministro de Planificación logró armar una estructura jurí­dica y legal propia que no dependerá más de Economí­a. Daniel Cameron continuará como secretario de Energí­a con el expreso beneplácito de Cristina. En ese ámbito la Presidenta electa resolvió llevar a los hechos la concertación que proclamó durante la campaí±a: incorporó a tres técnicos especialistas en energí­a de la administración de Julio Cobos, el vicepresidente radical, y prescindió de otro par que reportaba a De Vido.
De Vido remite a Hugo Chávez. El ministro manejó en estos aí±os la relación comercial con Venezuela que representó, en verdad, el grueso de esa relación. «Habrá que ver qué resuelve Cristina», se desentiende el Presidente. No se desentiende en cambio de la derrota del caudillo en el plebiscito constitucional: «Cristina me lo habí­a anticipado. Me habí­a dicho que le iba a suceder lo mismo que a Cafiero (Antonio) en Buenos Aires. Plantear opciones tan extremas (la reelección indefinida) y menear el tema del valor social de la propiedad suelen causar miedo», cuenta.
Cuenta además su charla telefónica con Chávez y aprovecha para tomar alguna distancia: «Me dijo que debido al traspié iba a seguir siendo peronista y bolivariano. Le respondí­ que me alegraba, porque la palabra socialista que tanto acostumbra utilizar suena fuera de época. El peronismo no está fuera de época», sentencia. No habrá ninguna indiferencia contra Chávez cuando venga a la asunción de Cristina ni Chávez se resignará al papel de los comunes: está armando una reunión con empresarios argentinos con inversiones en Caracas y un encuentro con intelectuales que se encargará de difundir con bombos.
Con Tabaré Vázquez no toma distancia: existe entre ellos un divorcio irreversible. Siente que el Presidente de Uruguay lo ha traicionado. No solamente por el conflicto de Botnia. No pudo digerir aún el último incidente en Chile, cuando Tabaré habilitó el funcionamiento de la pastera. Su Gobierno se molestó también por las opiniones del canciller Reynaldo Gargano que reclamó garantí­as por la presencia de Tabaré en la Argentina. Jorge Taiana se reunió varias veces con el embajador uruguayo, Francisco Bustillo, para hablar del tema. Hay un manual con medidas de seguridad previstas para a todos los visitantes. Tabaré tendrá esas medidas y otras que son secretas.
Tabaré ha sido un trago amargo para sus cuatro aí±os de gobierno. Pero no quizá la mayor desilusión: «Me decepcionó Felisa Miceli», confiesa y prefiere no ahondar. Sale por el atajo del humor: «Una maí±ana llegué a la oficina y lo encontré a Oscar (Parrilli) enrojecido y tartamudeando. «La bolsita, la bolsita», repetí­a cuando le pregunté si habí­a alguna novedad. No sabí­a de qué me hablaba. Resulta que era la famosa bolsita», dice tomándose el rostro con las manos.
Kirchner se despide y sale del hotel. A horas del adiós, a cara descubierta, como no pudo hacerlo casi ningún ex presidente de esta pobre democracia. Entre el fuego constante de simpatí­as y antipatí­as supo macerar estos aí±os un buen reconocimiento social. Que le impedirá ser el ciudadano común que se empeí±a en decir que quiere ser.
Un final desacostumbrado
Ricardo Kirschbaum
Clarí­n
9 de diciembre del 2007

Kirchner entregará la banda presidencial a su esposa Cristina, electa en la primera vuelta por una gran diferencia sobre la oposición. Es una situación inédita: un presidente que no se presenta a su segura reelección y es sucedido por su esposa, quien no es una recién llegada sino que desde hace mucho está vinculada a la polí­tica y al ejercicio del poder.
Desde aquel magro porcentaje de Kirchner en 2003 a este robusto 45% de Cristina, hubo un cambio cualitativo y cuantitativo en el paí­s. Un perí­odo difí­cil, en el que la recuperación económica ha sido notable. Ni el más acérrimo opositor puede negarlo seriamente aunque intente darle los méritos a cualquier factor externo antes de admitir el éxito del Gobierno.
No hubo una simetrí­a de esfuerzo por mejorar la calidad institucional, una deuda pendiente. Lo que se ha hecho fue insuficiente. Se dice pragmáticamente que la tarea excluyente en medio de la crisis ha sido evitar la disolución. Ha pasado tiempo, sin embargo, y no se ha visto que esa preocupación por el superávit y el crecimiento se haya trasladado con igual intensidad hacia otras tareas republicanas.
Kirchner ha sido un presidente con una astucia aguzada y un sentido del poder concentrado inédito en la democracia. Siempre ha actuado guiado por las cuestiones internas. Hubo, así­, grandes aciertos y desmesuras evidentes.
En estos cambios institucionales, que incluyen la asunción en la Ciudad de un dirigente de centroderecha que cohabitará con Cristina, hay que reconocer que la gestión de Kirchner ha terminado con un buen nivel de reconocimiento. Esto es demasiado para la Argentina antropófaga, dispuesta a engullirse dirigentes con una voracidad ilimitada.
Cristina: «Para mí­, Kirchner va a seguir también siendo presidente»
Santiago Fioriti
Clarí­n
9 de diciembre del 2007

Néstor Kirchner se habí­a comportado como quien asiste a una ceremonia de despedida que no le es ingrata: habí­a intentado retener cada gesto de carií±o, cada pulgar en alto, cada abrazo torpe que le pidieron al llegar y al partir de Chubut. Pero fue su esposa, Cristina Fernández la que, con inesperada nostalgia, intentó prolongar su adiós al poder: «Este hombre patagónico deja de ser Presidente desde el próximo 10 de diciembre. Pero para mí­, y sé que para todos los argentinos, va a seguir también siendo Presidente».
La frase llegó en el final de un breve discurso que brindó ayer en la puerta de la Legislatura de Rawson tras la asunción de Mario Das Neves, el gobernador reelecto de Chubut. Acaso por la inminencia del acto que la consagrará como la primera mujer presidenta de la Argentina -elegida por el voto popular- Cristina no se mostró confrontativa. Pareció emocionada: «Nunca creí­ que iba a llegar a este lugar. Voy a honrar el compromiso de militante de toda la vida».
Unos minutos antes, Das Neves habí­a leí­do un discurso de 45 minutos que, para evitar el uso de anteojos, mandó a imprimir en letras con una tipografí­a similar a la de los tí­tulos de un diario. La pareja bromeó con el detalle, aunque la oratoria terminó de un modo que no le debe haber provocado ninguna gracia: «Se siente/se siente/Mario presidente», partió desde las gradas.
Das Neves ya ha confesado sus deseos de que los aires sureí±os que soplan desde hace más de cuatro aí±os también le deparen a él la posibilidad de aspirar a la presidencia. «El cardenal quiere ser papa, el gobernador quiere ser presidente», dicen que dijo hace poco, cuando las urnas confirmaron su triunfo con más del 72% de los votos.
Claro que ayer, obligado por las visitas, se mostró más moderado. «Si Néstor y Cristina apuestan al 2011, Mario no piensa suicidarse. Apoyará desde el llano», aclaró uno de sus colaboradores. Ante las dudas, Das Neves aclaró con voz firme que este será su último perí­odo al frente de la Gobernación.
Ambiciones personales al margen, los kirchneristas resaltaban que el chubutense es un socio importante en la construcción del espacio y contaban que la relación entre ellos fue de menor a mayor. «A néstor lo considera un amigo y a Cristina ha comenzado a respetarla», confiaba uno de los colaboradores del gobernador. Fruto de ese ví­nculo se jactaban de la presencia de ambos a sólo horas del cambio de timón en la Casa Rosada.
En su disertación ante los diputados, Das Neves habló de construir una Argentina «con igualdad de oportunidades» y comprometió su aporte al proyecto K con la idea de intentar «aniquilar a la pobreza». Cristina no ocultó su bienestar cuando el mandamás provincial habló de «la profundización de cambio».
En el recinto lo oí­an, además de un numeroso grupo de militantes -que cantó la marcha peronista varias veces-, el secretario legal y técnico de la presidencia, Carlos Zannini; el senador Miguel Pichetto; el lí­der del Movimiento Evita, Emilio Pérsico; el legislador porteí±o Diego Kravetz y la flamante diputada mapuche Rosa Chiquichano. Toque chic: por invitación especial de Das Neves, también asistieron -y firmaron autógrafos- el cineasta Sebastián Ortega y el puma Agustí­n Pichot.
Como broche para la asunción de Das Neves, los organizadores habí­an montado afuera de la Legislatura un escenario en el que estaba previsto que el Presidente se dirigiera a los militantes.
Pero Kirchner, a último momento, decidió no hablar y le cedió el micrófono a su mujer. «Se siente/Cristina presidente», la recibieron, Y Cristina los corrigió: «Presidenta», dijo.