El voto positivo

Interesante artí­culo publicado en La Nación por Rosendo Fraga sobre la importante caí­da de la participación en los comicios del 28 de octubre, los de menor participación desde 1916.


La mayor caí­da del voto positivo
Rosendo Fraga
La Nación
20 de noviembre del 2007

Los datos sobre los comicios del 28 de octubre permiten constatar que la caí­da del voto positivo -aquel que se realiza por candidatos, descontando la no concurrencia, el voto en blanco y el nulo- ha sido la mayor de elección presidencial a elección presidencial, no sólo desde 1983, sino también desde los años veinte.
Ya el mismo dí­a de la elección, desde su columna del suplemento Enfoques, de este diario, el filósofo y escritor Santiago Kovadloff, planteaba tener la intuición de que ese mismo dí­a podí­a darse un cierto rechazo de la ciudadaní­a a la participación. Esta percepción, no advertida en el campo de la polí­tica y el análisis, se ha visto rotundamente confirmada.
La concurrencia a votar fue de sólo el 71,8%, frente al 78,2% de la elección presidencial de 2003. Es decir que cayó 6,4 puntos. Se trata de la concurrencia más baja desde 1922.
A su vez, el voto en blanco, que en la anterior elección presidencial fue de sólo 0,99%, ahora sube a 4,81%, siendo el más alto desde 1963, cuando el peronismo estuvo proscripto y votó en blanco como forma de expresión polí­tica.
La historia nos muestra así­ dos hechos excepcionales coincidentes: la de 2007 fue la elección presidencial con menor concurrencia desde 1922 y la de mayor voto en blanco desde 1963.
El voto nulo fue de 1,1%, el más alto desde 1983, con la excepción de 2003, cuando alcanzó a 1,7%.
De esta forma, el voto por candidatos fue sólo del 65,9% del padrón, 9,6 puntos menos que cuatro años y medio atrás. En 1989, al ser electo Carlos Menem por primera vez, el voto positivo creció 0,2 puntos respecto de la elección presidencial anterior; en 1995 bajó 5,5; cuatro años más tarde su número fue exactamente el mismo, al ser electo De la Rúa, y en 2003 cayó sólo 2,3 puntos respecto de 1999.
Se trata así­ de una caí­da de magnitud del voto positivo que requiere un análisis en profundidad. Si el mismo fenómeno se repitiera en 2011, cayendo otros diez puntos la concurrencia, el voto positivo serí­a de sólo el 56%, ubicándose en un umbral realmente crí­tico para un paí­s con voto obligatorio.
En Europa, hay un profundo debate sobre este tipo de fenómenos. El politicólogo francés Pierre Rosanvallon caracteriza este tipo de actitud de los votantes de no participar como «contra polí­tica» y le otorga un valor afirmativo. La politicóloga belga Chantal Moufe sostiene que este tipo de fenómenos son consecuencia de la «pospolí­tica», que como concepto es el desinterés surgido en los votantes debido a que, finalmente, tanto la derecha como la izquierda se terminan volcando hacia el centro para ganar las elecciones.
Ella también plantea que el fenómeno de la «antipolí­tica», planteado desde la izquierda al querer reemplazar los partidos por los «movimientos sociales»,como plantea en sus obras el intelectual de izquierda Toni Negri, y desde la vertiente del pensamiento anticomunista, en la posición de figuras como el dramaturgo checo Václav Havel, quien planteó la necesidad de recurrir a las ONG como forma de acción polí­tica, cuando los canales partidarios están bloqueados.
En nuestro paí­s, se ha preferido soslayar el análisis de este importante fenómeno, porque los candidatos temen que su porcentaje se traslade al padrón. Por ejemplo, si los porcentajes de Cristina Kirchner, Carrió, Lavagna, se trasladan al total del padrón, disminuyen en un tercio.
La realidad es que dos fenómenos de las semanas previas a la elección estaban anticipando lo que después sucedió y se prefirió no ver.
Fue la campaña electoral con menor calor popular desde 1916. Esto, si bien podí­a adjudicarse a la rutina que se ha generado con el funcionamiento ininterrumpido de la democracia, a la ausencia de partidos polí­ticos y al triunfo casi descontado del oficialismo, estaba revelando algo más: la existencia de una crisis en la representación polí­tica.
También se sumó el hecho de que el 87% de los presidentes de mesa en la Capital y el 26% en la provincia de Buenos Aires no se presentaron a la primera convocatoria. Esto ya nos estaba anticipando que algo sucedí­a con el compromiso cí­vico de los ciudadanos.
En general, se desatendieron estas alertas empí­ricas y fue un espí­ritu sensible como el de Kovadloff el que presintió el fenómeno sociológicamente más relevante de esta elección.
Hacia adelante, urge abrir un debate franco y sincero sobre lo que ha ocurrido, para evitar que siga sucediendo. Es que si uno de cada tres votantes que integran el padrón electoral optan por no votar, sufragar en blanco o hacer un voto nulo, la legitimidad del sistema polí­tico puede comenzar a verse afectada.
El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayorí­a.