Smulovitz: «El Presidente tení­a en Cristina un instrumento muy tentador para evitar ese desgaste»

Catalina Smulovitz es socióloga y politóloga. Actualmente dirige el Departamento de Ciencia Polí­tica y Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella. Entre otros temas, se ha especializado en el análisis de temas de sociologí­a jurí­dica, en particular en la áreas vinculadas al uso del derecho por parte de la ciudadaní­a y sus consecuencias en las polí­ticas sociales. Es autora, entre otras publicaciones, de “Descentralización, polí­ticas sociales y participación democrática en Argentina” (compilado con Adriana Clemente), IIED, América Latina Publicaciones, 2004.

1. La etapa democrática iniciada en la Argentina luego de la caí­da de la última dictadura militar lleva ya 25 aí±os. ¿Cómo interpreta las próximas elecciones presidenciales a la luz de este proceso? ¿Tienen estas elecciones un significado especial? El primer aspecto que deberí­a rescatarse, más allá de cualquier cosa que pudiera decirse sobre las próximas elecciones, es la estabilidad. Si hasta el 83 uno de los rasgos con los cuales habitualmente se caracterizaba al sistema polí­tico argentino era su inestabilidad institucional, lo que podemos ver a partir de ese aí±o es un gran cambio. Ya no está ni siquiera en el horizonte de la discusión la posibilidad de una inestabilidad institucional por ví­as ilegí­timas o anticonstitucionales. Aún considerando la inestabilidad que ha caracterizado algunos de los perí­odos dentro de la etapa democrática, ésta ha sido una inestabilidad que se ha procesado a través de procedimientos constitucionales. Me parece por lo tanto importante destacar, en primer lugar, la estabilidad, como el primer gran rasgo que diferencia a este perí­odo democrático de la historia polí­tica del siglo XX, sobre todo, de toda la primera parte del siglo XX. Una vez establecido este contexto de democracia estable –y voy a decir estable y no consolidada- hay que decir que estas elecciones muestran indudablemente un sistema de partidos desestructurado, en el que la caracterí­stica fundamental es que el disciplinamiento del partido respecto a sus votantes está en duda. Y esto es así­ aun en el Partido Justicialista, que se supone está más afianzado, o que mantiene cierta identidad, cierto control, cierta lealtad sobre sus votantes. A los otros partidos ni los menciono ya que esta caracterí­stica es aún más obvia. Creo que tanto la elección del 2003 como la elección que viene muestran una división o una fractura importante dentro del PJ. Es cierto que hasta tanto no se produzcan las elecciones no se conocerá la magnitud de esa fractura. Si alguna de las candidaturas de los sectores disidentes del PJ se confirma, éstas no van a tener capacidad para ir a buscar grandes masas de votos. En todo caso, me parece que el PJ muestra un grado de fractura superior a la del pasado. El Justicialismo siempre ha tenido este tipo de conflictos internos, solamente que antes tendí­an a encontrar alguna forma de equilibrio a medida que se aproximaban las elecciones. Este no parece ser el caso en este momento.
2. El peronismo ha demostrado una notable capacidad de supervivencia. Al cabo de más de 60 aí±os, continúa ejerciendo una influencia decisiva en la polí­tica argentina ¿Como interpreta este fenómeno? ¿Cuáles han sido, —a su juicio—las claves de la permanencia del peronismo en la sociedad y la polí­tica argentina?
En primer lugar, a diferencia de otros partidos, y por su propia constitución, el Partido Justicialista es un partido que ha demostrado mucha mayor capacidad de adaptación pragmática a las circunstancias. En cierta forma la desintitucionalización que caracterizó al peronismo hasta hace relativamente pocos aí±os le permitió una mayor adaptabilidad en cuanto a temas tales como a quiénes sumar, a quiénes echar y cómo hacerlo.
También es cierto que hay un aspecto más soft, si se quiere, y es que el peronismo tuvo la capacidad de apropiarse del lugar de la representación del pueblo. Sea cierto o no, a los fines de establecer lealtades con sus votantes, eso ha sido fundamental. El otro punto que está relacionado con esto, es la pregunta ¿por qué esta adaptabilidad no persiste hasta ahora? Yo creo que hay un elemento que se ha modificado con la estabilidad democrática y es que el peso para negociar de cada uno de los territorios ha aumentado. La posibilidad de que lí­deres locales aparezcan disputando la posibilidad de constituirse en lí­deres nacionales es ahora mayor ahora que en el pasado. Básicamente porque los lí­deres locales perciben hoy en forma continua y estable fondos de la Nación, que les permiten afianzar ciertos poderes locales que la inestabilidad polí­tica pre-83 no les permití­a. Por lo tanto, la construcción de un liderazgo nacional incuestionado, o cuestionado levemente, por así­ decirlo, parece ser ahora, aún para el peronismo, cosa del pasado.
3. La corriente peronista conocida como kirchnerista ha monopolizado en los últimos aí±os las preferencias electorales de los argentinos. ¿Como interpreta este fenómeno? ¿Cuales han sido, a su juicio, los aportes –positivos y negativos– del kirchnerismo, tanto al interior del peronismo como hacia fuera, en la sociedad y la polí­tica argentina en general?
Primeramente, el kirchnerismo no puede entenderse sin la crisis polí­tica 2002-2003, que es una combinación de fortuna para la familia Kirchner. La dimensión que tuvo la emergencia volvió aceptable para amplios sectores la figura del ahora presidente. Hay sin embargo que reconocer que éste tuvo méritos suficientes para aprovechar esa oportunidad, para aprovechar esa fortuna. No creo por lo tanto que sea solamente una cuestión de fortuna. Kirchner tuvo también iniciativas importantes para aprovechar esa oportunidad. En una Argentina en donde la autoridad aparecí­a deteriorada, el ejercicio de la autoridad, y de la fuga hacia adelante de la autoridad, le sirvió para constituirse en una presidencia incuestionada por un tiempo relativamente importante. Los problemas empiezan a aparecer cuando hay que ver si los instrumentos que le permitieron seguir adelante, fugarse hacia adelante en el pasado, sirven en circunstancias en donde quizás se requieren actividades más finas o más moderadas en cuanto a cómo hacer gestión polí­tica, lo que se dice el tune up de las polí­ticas. En lo que hace a las grandes decisiones, las grandes lí­neas, la presidencia de Kirchner ha sido indudablemente muy exitosa. Qué pasará cuando tenga que enfrentar problemas que requieren decisiones más concertadas, más negociadas, está por verse.
Las caracterí­sticas del liderazgo del kirchnerismo indudablemente han sido muy importantes. Las dificultades que enfrenta hoy demuestran sin embargo que no se trata de un liderazgo que haya despertado lealtades emotivas. Es un liderazgo de conveniencia, lo cual no necesariamente está mal pero, como cualquier relación de conveniencia, cuando se acaban los beneficios de las partes, lo más factible es que se rompa, que uno encuentre alguna otra cosa que le resulte más conveniente. La necesidad de armar la coalición, y de mantener la mayorí­a, es por lo tanto un problema que se plantea de forma constante.
4. ¿Cómo interpreta la transformación del peronismo de su vertiente o versión menemista a su vertiente o versión kirchnerista? ¿Cuál ha sido –a su juicio– la clave del éxito del kirchnerismo?
Pensando un poquito en una parte de la respuesta anterior, uno podrí­a pensar que si Menem sacó un veintipico por ciento de los votos en La Rioja, los lazos que se establecieron entre los votantes y ese liderazgo eran también relativamente débiles. Mi impresión es que en la medida en que el lí­der del peronismo pueda mostrar que tiene capacidad de disciplinar, capacidad de ganar y capacidad de construir, éste puede mantenerse como lí­der de una coalición. Uno podrí­a pensar que, en el lí­mite, todos los partidos son una coalición de lí­deres. Lo que pasa es que hay algunos que tienen más instrumentos para mantener unido ese conjunto que otros. El hecho de que el menemismo se disolvió como se disolvió indica también el tipo de lazos que ligan a aquellos que lo apoyaron. No estoy diciendo que esto sea bueno o malo. Es el tipo de ví­nculo, la caracterí­stica del ví­nculo. Tampoco estoy diciendo que las convicciones necesariamente sean la única cosa que debe guiar el apoyo, o el no apoyo, a cierto lí­der polí­tico. Lo que esto sí­ indica es que son liderazgos potencialmente frágiles, potencialmente solubles.

5. A pesar de tener las encuestas a su favor, el presidente Kirchner acaba de renunciar a la posibilidad de buscar su reelección, designando como sucesora a su esposa. ¿Qué representa esta decisión según su opinión?

En primer lugar, no hay por qué pensar que el futuro gobierno vaya a ser una cosa muy distinta al gobierno actual. La otra cosa que no está muy clara es cuál va a ser el grado de autonomí­a que va a tener la nueva presidenta. Es más, uno puede pensar que ahí­ hay un problema en el sentido de que si hay tantas sospechas acerca del grado de autonomí­a, ella va a estar obligada a mostrar cierta autonomí­a. í‰se es un test que vamos a ver cómo se resuelve. No lo podemos saber de antemano.
Por otro lado –y sobre esto no voy a decir nada nuevo- está la hipótesis de que éste es un mecanismo que le permitirí­a al actual presidente extender el tiempo. Si el presidente estaba consciente del problema del lame duck (o pato rengo), si sabí­a que cuando se aproxima la fecha del final de su mandato su poder decrece, y con él su capacidad de disciplinamiento, tení­a en Cristina un instrumento muy tentador para evitar ese desgaste. En cierto sentido, independientemente de si se concibe como una estrategia de perduración sin fin, en términos prácticos, y en lo inmediato, se trata de una estrategia importante para resolver problemas que afectaron mucho el desempeí±o de las presidencias inmediatamente anteriores. Esta es otra forma de ver el problema. Más allá de la perspectiva conspiradora, según la cual ésta serí­a una forma de mantenerse en el poder, este serí­a un mecanismo que le permitirí­a sortear el debilitamiento de la autoridad durante los últimos aí±os del mandato, tanto para él como para ella.
También es cierto que si lo que se dice sobre el estilo de gestión tan personal de Kirchner, tan atento a todos los detalles, es factible que el cuerpo no le diera más. Hay una cuestión del orden fí­sico también. Son todas conjeturas, no hay forma de saberlo. Puede llegar a ser un buen arreglo en el sentido de que si lo qué él quiere es finalmente armar –no voy a decir renovar- otro peronismo, otro partido, teniendo garantizado el control del poder, este es un arreglo muy práctico, muy ingenioso, más allá de cualquier cosa que uno puede llegar a decir sobre el mismo. Igual, el test va a ser qué pasa el dí­a que haya desacuerdos fuertes entre ellos, cómo se resuelven. No lo vamos a saber hasta que eso no se produzca. De hecho, así­ como él tení­a que hacer una gestualidad de mucha autoridad al principio de su mandato, ella está obligada a hacer una gestualidad de mucha autonomí­a.
6. ¿Cuáles cree serán los principales desafí­os de la administración que asuma en el 2008?
Yo creo que el principal problema, o al menos uno de los más ruidosos, va a ser la reinstalación del conflicto distributivo ví­a inflación en la Argentina. Cuando uno viene de una situación de crecimiento tan bajo, uno puede distribuir empleo, en el sentido de que la propia generación de empleo funciona como una polí­tica social. Cuando el crecimiento del empleo ya no es una alternativa -entre otras cosas porque de acuerdo a las cifras estamos ya casi en una situación de empleo transicional- indudablemente los problemas que tienen que ver con cómo se resuelven los conflictos de distribución del ingreso, la puja distributiva, van a pasar al centro de la discusión.
El otro problema para mantener el crecimiento -si se quiere más a largo plazo- tiene que ver indudablemente con el tema energético. Y después, hay un problema que no creo que sea del próximo gobierno en particular: la cuestión de qué partidos tiene esta democracia a futuro. No es un problema de gobierno, digamos. Con qué partidos se hace polí­tica en la Argentina a futuro, con qué nivel de fragmentación, con qué tipo de coaliciones…
Después tenemos problemas clásicos, como el de la pobreza. La cuestión de la pobreza, a diferencia de lo que pasó durante el gobierno de Kirchner, va a requerir otro tipo de acercamiento. Si yo tuviera que decir cuál fue la principal polí­tica que tuvo el gobierno kirchnerista, dirí­a que fue el aumento del empleo. No importa si esa polí­tica fue responsabilidad de la gestión o si fue producto de las circunstancias externas que permitieron un crecimiento. No importa determinar eso. Lo importante es que el efecto de este crecimiento, y del crecimiento del empleo, hace que en cierta forma nos hayamos podido “despreocupar” de la polí­tica social y del problema de la pobreza. Este aparecí­a en un horizonte en el cual las cosas aparecí­an como mejorando. En ese horizonte, con una desocupación digamos casi transicional, va a aparecer ahora un poco más fuerte el problema de la equidad en la distribución. Por lo tanto, el problema de cómo hacer polí­tica social en el futuro gobierno va a ser un problema distinto.
En el área internacional, hay que ver si el tipo de alianzas que estableció el gobierno siguen siendo convenientes o se mantienen, si hay capacidad de restituir alianzas más tradicionales. No me parece que volcarse hacia Latinoamérica no pueda considerarse como una decisión de polí­tica exterior fuerte. Uno podrá discutir o no, pero yo no estarí­a de acuerdo en decir que no hubo nada de polí­tica internacional. Se alejó de aliados tradicionales, no sé si eso reditúa o no reditúa, pero sí­ hubo seí±ales claras en ese sentido.